sábado, 27 de julio de 2024

El 2 de abril de 1916 casi 750.000 votantes acudieron a las urnas, 150.000 más que en la elección previa. En el complicado contexto económico que hemos descripto, las primeras elecciones presidenciales celebradas luego de la aprobación de la Ley de Sufragio Universal Secreto y Obligatorio despertaron un particular interés en la población argentina. A la tensión interna que se vivía desde hacía años dentro del partido conservador, se sumaba el desgaste propio de un régimen que había dominado la política nacional por más de 30 años. Lo anterior, sumado a la difícil coyuntura económica que imponía la guerra, impulsaba el cambio. Los conservadores podían confiar en un probable triunfo en la Provincia de Buenos Aires, pero eso no bastaba para asegurarse la victoria a nivel nacional. Los electores que le aportaban los partidos provinciales, gracias a la compleja trama de pactos y acuerdos que tejidos a lo largo de muchos años, peligraban ahora ante la expansión del radicalismo en el interior del país, pero también del socialismo y del Partido Demócrata Progresista que, presidido por el ex radical Lisandro de la Torre, se había nutrido de algunos antiguos partidarios conservadores de espíritu reformista, como Joaquín V. González. El nuevo partido tenía ya candidatos en Santa fe, Córdoba, Corrientes, Salta y Tucumán. Enfrentado tanto con el radicalismo como con los conservadores de la Provincia de Buenos Aires, no quedaba claro hacia que platillo inclinaría la balanza a la hora de votar en el Colegio Electoral.

Lo cierto es que el conteo de votos confirmó los temores de los partidos conservadores: la boleta del radicalismo había sido elegida por más del 45% de los ciudadanos que acudieron a las urnas. Los conservadores en tanto no alcanzaron el 25% de los votos. En Córdoba el radicalismo obtuvo casi el 70% del total de sufragios, sentando las bases que tiempo después convertirían a la provincia en uno de los principales bastiones del partido. En la Capital Federal, la UCR también hizo una buena elección con casi uno de cada dos votos, superó al Partido Socialista, ganador de las elecciones municipales del año previo. Había más novedades: el predominio radical en el litoral se extendía a Cuyo, principalmente a Mendoza y a la Región Noroeste, en especial Tucumán. Sin embargo, no estaba todo dicho. Aunque el radicalismo obtuvo más votos que los conservadores, para proclamar a Yrigoyen como presidente, se necesitaba conseguir el voto de más de la mitad de los electores que se reunirían en junio para elegir al nuevo presidente argentino. En este escenario los radicales hicieron cuentas y se encontraron con un problema: aparentemente los electores que el Partido Demócrata Progresista había obtenido en Córdoba, Corrientes y Salta se inclinarían por la candidatura del sanjuanino Ángel Dolores Rojas. De esta manera, para contar con los votos necesarios y proclamar a Yrigoyen como presidente, debían conseguir la voluntad de la facción radical disidente en la Provincia de Santa Fe. En esa Provincia, en una elección muy ajustada, la UCR “oficial” había obtenido 2.000 votos menos que la formula disidente. A partir de un enfrentamiento entre el Gobernador de la Provincia y el Vice Gobernador, el escenario político santafesino estaba convulsionado. Como señalaba el corresponsal de la revista argentina de ciencias políticas en Santa Fe, “he aquí al Partido Radical, que nunca quiso plantear cuestiones de principios por temor a dividirse, dividido ahora por estrechos personalismos”, (parece 2023). El tiempo apremiaba; luego de tensas negociaciones, finalmente, la Convención partidaria se reunió tres días antes de la fecha que estaba fijada la reunión del Colegio Electoral y dio mandato imperativo para que voten la formula Yrigoyen-Luna, en “un homenaje a los largos esfuerzos realizados por la opinión partidaria de toda la República y a la voluntad manifestada en el comicio del 2 de abril”. Pocos días después, la distribución de votos en el Colegio Electoral confirmaba el ajustado triunfo electoral: Yrigoyen obtuvo 152 electores de un total de 298. Más de la mitad de los electores que consagraron al presidente electo, 83 para ser exactos correspondían a la Capital Federal, Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos. Con 104 electores, la formula conservadora encabezada por Rojas había quedado en segundo lugar. El 12 de octubre de 1916, a las dos de la tarde, el nuevo Presidente electo juró ante el Congreso de la Nación. Luego recorrió un kilómetro y medio para dirigirse a la Casa Rosada e iniciar formalmente su gobierno. Comenzaba una nueva etapa en la historia argentina, aunque la profundización de la guerra en Europa auguraba que no serían años sencillos en materia económica.

Párrafos extraídos del libro: “E Eslabón Perdido” – Pablo Gerchunoff

 

 

 

 

 

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