sábado, 27 de julio de 2024

“Desde 1907 convivieron, a veces en amalgama y otras en contradicción, las dos propuestas casi iniciales. Ambas otorgaban al  principal espacio poblado del centro del Golf San Jorge su sello distintivo: por un lado, una sociedad agropastoril, desembocadura de una región de similares características que necesitaba un puerto de embarque hacia la Argentina Metropolitana y por otro, una sociedad minera y migrante, siguiendo la veta de los yacimientos que utilizaban los cuantiosos elementos industriales arribados para remitir, también por mar, el petróleo a las zonas de mayor consumo de la Argentina metropolitana”.

Comodoro Rivadavia es, a comienzos de la década del 40, un pueblo que podría definirse como el “hermano pobre” del conglomerado urbano formado en kilómetro 3, en torno al campamento petrolero. Aquel pueblo, formado al amparo de Y.P.F., es, comparado con Comodoro Rivadavia, el “hermanito mimado” por el poder central: cuenta con todos los adelantos y las ventajas de tecnología e infraestructura, con sus necesidades básicas ampliamente satisfechas.

Para colmo, la gente del pueblo tiene el sentimiento generalizado de que el petróleo se descubrió gracias a sus sedientas gargantas que durante 98 años clamarían por agua hasta sangrar los grifos llenos de eco en el vacío.

Al llegar la década del 40, nada hace presagiar que las diferencias pudieran empezar a subsanarse, sobre todo teniendo en cuenta que la hegemonía de YPF se hace sentir nuevamente sobre la vida institucional comodorense. En efecto, desde abril de 1937, César Stafforini (comisario de la policía del yacimiento) ha asumido el cargo de interventor municipal, función ya cumplida en otras ocasiones. En tanto, las intervenciones llegan cada vez que la administración de Y.P.F. cree necesario “reencauzar” la vida moral y comercial del pueblo.

Comodoro es poco por entonces, apenas un ejido definido por decreto nacional en 1933, limitado al sur del paralelo 46 y al norte por un faro al pie del Cerro Chenque, con el mar como límite este y el predio de la Sociedad Rural como límite oeste.

La zona está poblada más allá de esos límites. Las exploraciones han llevado la explotación petrolera hacia otras áreas que fueron creando nuevos centros poblacionales. Los campamentos Escalante, Caleta Córdova, Restinga Alí, Manantiales Behr, El Trébol y El Tordillo.

Ahora bien, ¿de qué vive Comodoro?

Un trago para calmar tanta sed

Unas pocas industrias existen a comienzos de la década del 40. No pueden sostener la gran dinámica económica de una población de más de 25.000 personas en la zona urbana. Un registro de empresas de noviembre de 1940 muestra la precaria actividad de este ramo: dos jabonerías, cuatro caleras, cuatro fábricas de embutidos y seis hornos de ladrillas, además de panaderías y otros rubros de importancia más comercial que industrial. El registro muestra que no hay frigoríficos, saladeros o aserraderos, al menos dentro del limitado ejido del pueblo.

En los yacimientos funcionan las destilerías de Y.P.F., Astra y la Compañía Ferrocarrilera del Petróleo (Comferpet), que produce combustibles y lubricantes.

La dinámica económica se explica también porque el pueblo es centro urbano más importante del Golfo San Jorge, por lo que abastece a toda la región, además de responder a la demanda de los empleados y obreros de las petroleras privadas.

En cuanto a la actividad petrolera en general, ésta tiene una incidencia destacada en lo que hace a la compra de insumos y materiales, fundamentalmente por parte de Y.P.F. Pero hay otros rasgos que dan indicios sobre el movimiento comercial del pueblo por aquel entonces. Veamos lo que muestra el cofre de los recuerdos de la ciudad. En febrero de 1941, la Dirección General de Impuestos a los Réditos llama a un empadronamiento de los comercios que tributan según la ley de patente, que abarca unos 75 comerciantes del pueblo. Se empoderan entonces 4  joyerías, 3 grandes almacenes (La Anónima, Lahusen y Argensud) y más de 20 despachos de bebidas alcohólicas, la mayoría ubicados en la calle San Martín, entre el 200 y el 400, además de otros que han ganado la calle Belgrano.

La Anónima declara un capital de 40 mil pesos moneda nacional y volúmenes de venta de 105 mil pesos m/n anuales, con una amplia gama de rubros que incluye la venta de automóviles marca Dodge. Lahusen presenta un capital de 10 mil pesos y ventas anuales por 75 mil pesos m/n y la Compañía Argentina del Sud, un capital de 10 mil pesos y ventas por 65 mil pesos m/n.

Vender alcohol es un buen negocio

Frente a los grandes almacenes, los comercios dedicados al despacho de bebidas alcohólicas no se quedan atrás, convirtiéndose en una de las principales actividades económicas del pueblo, como muestran los datos de ese registro.

El negocio de Mariano Festa, por ejemplo, registra en ese censo ventas por 36 mil pesos y 5 mil pesos de capital. En lo de Cereceda y Linares, volcados a la “venta de bebidas alcohólicas por copas”, se registran ventas por 16 mil pesos y un capital de 11.250, lo que supera a Lahusen y a Argensud. Teodoro García factura ese año 16 mil pesos en ventas y un capital de 14 mil pesos. Y Atilio Gratti, 19 mil pesos de capital y nada menos que 29 mil pesos de ventas.

Extraído del libro “Crónicas del Centenario” editado por Diario Crónica en 2001

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