martes, 20 de mayo de 2025
La gran cantidad de personas en poco espacio físico genera conflictos cotidianos de convivencia

El barrio 30 de Octubre ‘de las 1.008′ nunca tuvo esa cantidad de viviendas sino 1.140 distribuidas en nueve sectores de diez y once edificios, unidos de a dos con doce viviendas por escalera, haciendo un total de 106 edificios. En el 2000, residirán allí, en menos de tres hectáreas, más de 7.500 personas el 60% son niños y adolescentes.

Un proyecto que nadie quiere

Este plan de viviendas es el segundo que el Instituto Provincial de la Vivienda ejecuta en Comodoro Rivadavia. El proyecto es originario de España, ideado para erradicar las ‘chabolas’ o villas miseria; diversas organizaciones se oponen a la construcción de este tipo de complejo porque no aseguraba la calidad de vida de las personas y se desestima su construcción.

Sin embargo, el organismo argentino decide implementarlos en el país y se elige a Comodoro Rivadavia y a Ushuaia como prueba piloto. Finalmente se construye sólo en estas ciudades.

La construcción se inicia en el último período del gobierno militar-1976/1982 – y las viviendas se terminan en plena democracia.

En Comodoro Rivadavia, además de este complejo y a cargo de la misma empresa, se construye el barrio Militar ubicado en avenida Alsina y Sarmiento.

Se trata de viviendas económicas, construidas con paneles abulonados, sin conexión -salvo el palier- entre las dos alas de cada edificio. Las redes de agua y cloacas y el techo también son de material de bajo costo.

Los departamentos se entregan por etapas, la primera en abril de 1983, la segunda a fin de año y, en 1984, el resto. El proyecto original de 1.008 viviendas incluye la construcción de un Jardín Maternal, que se desestima para ocupar el terreno con un nuevo sector de viviendas dada la gran demanda presentada por la gente de la ciudad.

El barrio tiene finalmente 1.140 departamentos y nunca fue inaugurado oficialmente.

El costo de lo barato

El escándalo envuelve la construcción de las 1008 viviendas. A principios de los ’80, se retoman los trabajos

Doña Guillermina González, una vecina del barrio, recordará, años después, que “a mí me tocó planta baja, la misma persona que me entregó la llave me dijo que iba a tener problemas, porque siempre el de arriba perjudica al de abajo; tanto con los ruidos como con las roturas, seguro que se rompe el baño, me dijo y parece que ya lo tenían previsto porque con el tiempo me pasó, estoy con ese problema desde hace más de dos años”.

Los materiales de construcción, de bajo costo, al poco tiempo cumplen su vida útil, los problemas son de adentro y de afuera. Las complicaciones que tiene Guillermina se multiplican como tantos vecinos tiene el barrio, además de las filtraciones y rasgaduras en la mayoría de los edificios.

La difícil convivencia entre los vecinos motiva, algunos años después, la instalación de un equipo de policías comunitarios: “Atendemos lo que nos compete y lo que no nos corresponde porque alguien lo tiene que hacer, la gente recurre a nosotros, estamos para atender cuestiones de seguridad pero viene el vecino a quejarse porque el de arriba golpea y no lo deja dormir, por dar un ejemplo, hablamos con los dos y tratamos que ellos lleguen a un acuerdo; o por el perro del vecino que ladra toda la noche”, dirá con preocupación una de las integrantes del equipo policial.

Pero no es lo único, “también atendemos muchos casos de violencia familiar, contra mujeres y niños, generalmente nos avisan cuando el hecho sucedió, nos preguntan qué pueden hacer, la gente no sabe de las instituciones a la que pueden acudir”.

 

Fragmento del libro “Crónicas del centenario”

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