sábado, 27 de julio de 2024
Una bomba GLSDB

Estados Unidos está a punto de sobrepasar otra línea roja del Kremlin. Si antes fueron las lanzaderas de cohetes Himars y los carros de combate occidentales, ahora Washington incluirá las GLSDB o bombas de pequeño diámetro lanzadas desde tierra (Ground-Launched Small Diameter Bomb, en sus siglas en inglés) dentro de su nuevo paquete de ayuda militar de 2.000 millones de dólares.

No es un armamento milagroso que vaya a darle a Ucrania la posibilidad de ganar la guerra en un plazo corto, pero sí puede suponer de nuevo una disrupción en la logística rusa, una de las piezas clave de la guerra. Cuando llegaron las lanzaderas Himars el pasado verano, supusieron todo un cambio de marea en la invasión, sobre todo para frenar los avances de Rusia en el Donbás. Con estos proyectiles de gran precisión, Ucrania logró reventar centenares de polvorines, cuarteles, nudos de comunicación y otras estructuras militares rusas vitales para el sostenimiento del esfuerzo bélico. A partir de su aparición en el campo de batalla ucraniano, Kiev recuperó las regiones de Járkiv y una buena parte de la región de Jersón, la que se extiende en la orilla oeste del río Dnipro.

Esos bombardeos desabastecieron los frentes rusos durante meses y provocaron enormes bajas (como los cientos de militares muertos en la fiesta de nochevieja en la escuela de Makiivka, en Donetsk). Pero Moscú, tras meses de inacción, finalmente ha adaptado su logística a esa contrariedad y ha enviado todo su material bélico a más de 80 kilómetros de la línea de choque, que es el rango máximo de la munición proporcionada por los aliados para ese tipo de lanzadera.

Sin embargo, con la entrega de estas GLSDB, desarrolladas por la estadounidense Boeing y la sueca Saab a partir de las llamadas “bombas planeadoras” colocándoles una guía láser, Ucrania puede tener de nuevo a tiro la logística rusa, verdadero oxígeno militar de cualquier ejército. Estas GLSDB, lanzadas desde los propios vehículos Himars, cogen altura para luego, gracias a sus alas, planear hasta su objetivo con gran precisión.

De nuevo, esta entrega desafía una de esas “líneas rojas” no trazadas explícitamente por Rusia, pero sí de forma implícita, ya que este armamento permite bombardear objetivos no sólo en la Ucrania ocupada por Rusia, sino en territorio ruso. Es precisamente ese temor, que Kiev quisiera bombardear más allá de las fronteras de la Federación Rusa, lo que llevó a EEUU a descartar el envío de los misiles ATACMS, capaces de alcanzar los 270 kilómetros de distancia.

Sin embargo, Washington y sus aliados han demostrado que no van a respetar las líneas rojas de un régimen que hace tiempo que dejó de respetar las líneas rojas de los demás. A cada nuevo ataque ruso le sucederán nuevas entregas de material, una manera de enviar un mensaje a Moscú sobre quién es el que realmente controla la escalada. En esa carrera, la entrega de cazas F16, que hace unos meses parecía una quimera, mañana puede hacerse realidad pese a la complejidad que supone ese paso.

La buena noticia para Ucrania es que Rusia no ha conseguido abatir ninguno de estos sistemas Himars, pese a que su propaganda ha publicado números ridículos (pero ninguna prueba de ello), en los que las tropas de la Z habrían conseguido destruir más Himars de los 16 entregados por EEUU. El ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigu, aseguró que la prioridad de su ejército era destruir estas lanzaderas, pero su alta movilidad las hace indetectables, así como los misiles que lanzan.

En ese contexto de la entrega de material, el diario alemán Sueddeutsche Zeitung asegura que Alemania ha aprobado también la entrega de las unidades de Leopard 1 que aún queden en sus stocks, así como volver a recomprar 15 antiaéreos Gepard vendidos antes a Qatar para poder enviarlos a Kiev lo antes posible. El Leopard 1 es el padre de los actuales carros de combate europeos. Data de los años 70, como muchos tanques soviéticos que combaten en Ucrania y aún quedan muchas unidades almacenadas en naves industriales de toda Europa. Los aliados de Ucrania empiezan a pensar en que tendrán que ir renovando todos esos carros de combate de la Guerra Fría para una guerra que puede alargarse años.

Fuente: El Mundo

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