martes, 20 de mayo de 2025
Comandante Francisco Lynch, a cargo de la nave de guerra norteamericana Germantown

En 1853 el gobierno inglés notificó amablemente al de los EE.UU., que tenía intenciones de enviar fuerzas a las Malvinas para poner término a las depredaciones cometidas por los tripulantes de navíos estadounidenses, pero los abusos continuaron.

Ante una nueva protesta, el comodoro Salter ordenó al comandante Lynch de la nave Germantown -a fines de 1853- que se dirigiese al archipiélago y “cuidara los intereses” de los ciudadanos estadounidenses. Pero entre tanto, un buque de guerra británico apresaba a dos naves estadounidenses, y el comandante Lynch, exasperado, se aprestó para batir a su enemigo.

Las relaciones giraron de lo militar a lo político, en donde se sacó a relucir la cuestión de la soberanía, afirmando Lynch “Que le constaba que tal pretensión (la de Inglaterra) estaba lejos de ser indiscutible: yo sabía por nuestro Encargado de Negocios en Buenos Aires que tal pretensión era seriamente discutida y aun negada por el gobierno argentino”, brindándole así apoyo a los títulos argentinos.

Naturalmente no tardaron en intervenir las respectivas cancillerías en cuyos trámites, Washington reclamó una fuerte indemnización y al mismo tiempo manifestó dudas acerca del derecho inglés a las islas, “y negó que el gobierno británico tuviera autoridad para reglamentar las pesquerías allí”.

La situación generada terminó diluyéndose con el paso del tiempo.

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