¿Viste lo que queda del Kaiser?
Ver hoy lo poco que se encuentra entre la arena nos enfrenta con una realidad, que el tiempo pasó para todos.
¿Qué madrynense no lo conoció en su apogeo, descargando muy herido en la costa cerca del Indio Tehuelche?
¿Qué familiar que llegaba a Madryn no era invitado a visitarlo?
¿Qué picnic iba a tener categoría si no se hacía en la estancia San Miguel o en el Kaiser?
¿Cuántas primaveras, navidades y acontecimientos compartió ofreciendo su oxidada estructura?
¿De cuántos encuentros amorosos fue testigos?
¿Qué chico no se subió a él para sentirse por un momento marino o, a veces, para esconderse jugando con sus amigos?
¿Qué pescador no descansó a sus sombras en el verano o se guarneció de los vientos fuertes?
Claro que sí, era un emblema del pueblo.
Pero el progreso llega inexorablemente y también le tocó sufrir a él cuando lo desguazaron, sin darse cuenta de que estaban eliminando a un importante símbolo playero con ribetes turísticos que jerarquizaba el balneario en ese lugar.
El día que se lo llevaron los últimos pedazos de su cuerpo ya no era lo mismo la playa. Se la veía rara, los médanos estaban más distantes de la orilla y la vieja mata jume mostraba un desvanecido color grisáceo. La costa se había agrandado sin su silueta, pero se notaba el importante espacio vacío, si hasta la brisa nos contagiaba con más intensidad porque faltaba quien nos protegía. Había sido adquirido en 1912 por empresarios para ser utilizado como pontón, ya que el muelle inaugurado dos años antes no alcanzaba para cubrir la demanda de descarga de los barcos que atracaban en él. En 1915, mientras operaba con combustible, se produjo un incendio y quedó completamente destruido.
Dicen los viejos pobladores que cuando se estaba quemando salía fuera del golfo empujado por el viento y al levantarse la brisa lo regresó. Seguro que Dios lo dispuso así para que Madryn lo cobijara. Yo que tuve la suerte de conocerlo como la palma de mi mano, lo sigo extrañando a pesar del tiempo transcurrido.
¡Cuántas caminatas hasta él habremos hecho en los veranos para jugar y de paso para atraer mejillones grandes que habían adherido en su interior!
¡Cuántos momentos felices disfrutamos! Bien valía la reprimenda de nuestros padres cuando se enteraban de que habíamos ido hasta el Kaiser, ni hablar del gusto lindo que tenía esas caminatas por los médanos para llegar y jugar a las escondidas o a los cowboys.
Te aseguro que era grande de eslora como hoy son grandes los recuerdos que tengo de él.
A poca distancia, aproximadamente 400 metros de Punta Cuevas hacia el sur, se encuentran restos del carguero alemán Kaiser, siniestrado en 1915, según nota aparecida en la revista Austral N° 309 de julio de 1957 en Puerto Madryn ya contaba con el muelle Piedra Buena y la primera línea Férrea de la Patagonia. Por consiguiente, el puerto se había convertido en un centro importante de recepción de mercaderías de todo tipo que llegaba de distintos lugares del mundo. El movimiento del muelle sobrepasaba la capacidad operativa. Se hacía necesario, según los empresarios, conseguir un barco grande para utilizarlo de pontón, como los que ya estaban afectados en Punta Arenas, Montevideo y Buenos Aires.
José Menéndez se encargó de viajar en julio de 1912 a Alemania y adquirió el vapor Kaiser, que arribó a fines de ese año con carga para la Patagonia llegando a Santa Cruz. Navegaba a su promedio de 9 millas horarias. El capitán consideraba que el barco estaba en condiciones de seguir navegando como carguero y entusiasmó a los directores de la empresa que decidieron enviarlo a Buenos Aires para someterlo al peritaje de Lloyd.
El 17 de enero de 1913 zarpó el Kaiser a Buenos Aires en demanda del veredicto que, 20 días después, fue que el Kaiser no tenía más vida útil y repararlo resultaba muy costoso.
El 5 de abril emprendía su viaje postrero para fondear definitivamente en el Golfo Nuevo, cerca del muelle, para servir únicamente de pontón, para lo que realmente en principio se había adquirido.
En abril de 1915 el vapor “Copac” descargaba sobre el inmenso Kaiser ahora como pontón, latas de combustible (nafta y kerosene), que algunas perdían, cuando por descuidado un marinero que se encontraba abajo encendió un fósforo para fumar un cigarrillo sin darse cuenta que en la otra mano tenía estopa embebida en kerosene la que tomó fuego y tiró al piso cayendo sobre el combustible derramado mientras corría hacia la cubierta iniciándose así el fuego continuó luego con explosiones. No hubo accidentados.
Antonio Alberdi, que trabajaba con el padre en un negocio de ramos generales, contaba la misma versión que le había revelado un tripulante que adquiría mercaderías en el negocio.
En Rada se encontraban los barcos alemanes Bahía Blanca y Nautilius, refugiados escapando de la persecución inglesa, quienes prestaron ayuda pero todo fue inútil por la magnitud del incendio.
A medida que se iba consumiendo por el fuego la mercadería de sus bodegas, el Kaiser comenzó a elevarse y por tener corta su cadena de anclaje quedó a la deriva. Cuentan que con el viento de tierra llegó quemándose a la boca del golfo y el cambio del mismo lo devolvió.
Desde el vapor Asturiano que recientemente había entrado a puerto se le tendió un calabrote y su lancha lo remolcó hasta vararlo cerca de las cuevas.
En poco tiempo se convirtió en un atractivo y propicio lugar para las excursiones y los pícnic.
Nosotros en grupos de chicos del barrio lo frecuentábamos seguido y por eso lo conocíamos muy bien interiormente. Tenía una rajadura a la mitad lugar por donde subíamos para jugar.
Muchos años después fue desguasado parcialmente por un señor de apellido Milano familia pobladora de Madryn y luego por Cardín, un italiano que fue estafado y nunca pudo cobrar la venta de la chatarra.