miércoles, 11 de diciembre de 2024
Richard Norris Williams WIMBLEDON

Mientras los músicos de la orquesta del Titanic seguían tocando sobre la cubierta, uno de los mejores tenistas del mundo luchaba por su vida en las gélidas y negras aguas del Océano Atlántico. La historia del naufragio del lujoso barco británico ha sido contada en todos los formatos posibles desde hace más de un siglo. Lo sucedido en la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912 es, probablemente, la tragedia más universal y conocida de la humanidad. De la magnitud y las especiales circunstancias que rodearon tan colosal suceso han nacido y seguirán surgiendo incontables capítulos acerca de sus detalles y protagonistas. Uno de estos fue Richard Norris Williams (29 de enero de 1891 en Ginebra, Suiza – 2 de junio de 1968 en Filadelfia, Estados Unidos), prometedor deportista que viajaba aquella aciaga noche en el buque siniestrado.

Norris Williams, ‘Dick’ para sus amigos, no tendría que haberse subido al Titanic. Nacido en Suiza en el seno de una pudiente familia estadounidense, era bisnieto de Benjamin Franklin – uno de los padres fundadores del país norteamericano- y debería haber arribado semanas antes a su nación de origen. Allí residía su madre y, además, el joven quería matricularse en Harvard para estudiar en la prestigiosa Universidad y para participar en el torneo Interuniversitario de tenis, su gran pasión. Practicaba dicho deporte desde los doce años y en 1911 se había proclamado campeón de Suiza. Sin embargo, enfermó de sarampión y tuvo que posponer el viaje a Estados Unidos.

Aproximadamente a las siete de la tarde del 10 de abril de 1912, el Titanic hizo su primera escala. Fue en el puerto francés de Cherburgo donde Norris, ya recuperado, y su padre, Duane Williams, abogado nacido en Filadelfia, embarcaron. El libro ‘A bordo del RMS Titanic’, publicado por George Behe en 2012, recoge las primeras impresiones del joven Williams: «Tenemos un hermoso camarote, casi tan grande como mi sala de trabajo en Ginebra. Por supuesto, hay salones de todo tipo: para fumar, leer, salones de té, la sala de palmeras… pero como sólo llevamos diez minutos a bordo aún no hemos podido verlo todo».

El día antes de la botadura de la nave, ABC publicó un breve artículo titulado «El mayor trasatlántico del mundo» donde resumía la puesta en funcionamiento del nuevo y espectacular barco: «Mañana hará su primer viaje de Southampton a Nueva York el mayor transatlántico del mundo, el Titanic. Este coloso de la navegación, que desplaza 46.328 toneladas, puede llevar a bordo 2.150 personas, de ellos 750 pasajeros de primera, 500 de segunda, 1.100 de tercera y 800 de tripulación. El Titanic ha costado 85 millones de francos, y tiene, entre sus instalaciones, un gimnasio, un baño de vapor, una piscina, un café ruso y otro turco».

1.500 víctimas mortales
Tras realizar la segunda y última parada en el puerto irlandés de Cobh (ciudad que entonces se llamaba Queenstown), el Titanic puso rumbo a Nueva York. Finalmente, la cifra oficial de personas a bordo ascendía a 2.208: 1317 pasajeros (324 de primera clase, 284 de segunda y 709 de tercera) y 891 miembros de la tripulación. El buque nunca llegó a su destino. Apenas había nacido el 15 de abril –minutos antes de las doce de la noche del domingo 14- cuando, navegando cerca de Terranova, chocó con un iceberg. Aquel gran bloque de hielo desgarró el casco, el agua comenzó a entrar a borbotones y en poco más de dos horas el Atlántico engulló el lujoso trasatlántico. Resultado: más de 1.500 víctimas y unos 700 supervivientes.

Norris ganó el Campeonato Nacional de Estados Unidos, antecesor del US Open, dos meses después del naufragio del Titanic

‘Dick’ Norris y su padre descansaban ya en el camarote cuando se produjo la colisión. Sin sospechar siquiera las fatales consecuencias que provocaría el impacto con la masa de hielo, decidieron salir para enterarse de lo que estaba sucediendo. Se dirigieron al bar, pero estaba cerrado. El caos y el miedo iban creciendo con el paso de los minutos. Así, los Williams escucharon los gritos de petición de ayuda de un pasajero que se había quedado encerrado en un compartimento. El joven Norris derribó la puerta a golpes para liberarlo y un empleado de la compañía naviera allí presente le abroncó por ello. Este incidente inspiró una escena parecida de la famosa y oscarizada película ‘Titanic’, dirigida por James Cameron en 1997.

Mientras que las mujeres y los niños que tuvieron ocasión fueron subiendo a los botes salvavidas, la mayoría de los hombres permanecieron en el Titanic hasta el último momento, mientras se hundía. Finalmente, como muchos, los Williams cayeron al mar. En ese momento, una de las cuatro grandes chimeneas del barco se desplomó sobre ellos. Alcanzó de lleno a Duane, que falleció en el acto, y la enorme ola que provocó al impactar con el agua desplazó varios metros a su hijo. «Vi caer la chimenea encima de él y me quedé paralizado durante unos segundos –escribió Norris en sus memorias-. Pensé que aquella chimenea había matado a mi padre, que yo me había salvado por centímetros y, curiosamente, mi mente se fijó en su enorme tamaño y en que todavía echaba humo. Y, no sé por qué, se me vino a la cabeza que por dentro de ella podían circular dos coches».

El joven Williams, conmocionado, se hundió. Llevaba puesto el chaleco salvavidas y un abrigo de piel que había cogido antes de salir del camarote: «No estuve bajo el agua mucho tiempo, y tan pronto como llegué a la superficie me quité el abrigo. Me volví hacia el barco y vi lo que estaba pasando. A medida que la proa (parte delantera) se hundía, la popa (parte trasera) se elevaba más y más en el aire. Luego giró y se balanceó lentamente sobre mi cabeza. Si hubiera caído me habría aplastado. Mirando hacia arriba, vi las tres hélices y el timón claramente perfilados contra el cielo nocturno despejado. Y luego el barco se fue sumergiendo en el océano. Sin succión, sin ruido. Entonces me quité los zapatos y nadé con todas mis fuerzas».

Recuperación milagrosa
«A unos veinte metros de distancia vi algo flotando. Me acerqué y descubrí que era una barca plegable (además de los botes salvavidas, el Titanic contaba con varias embarcaciones de emergencia más pequeñas). Me aferré a ella y después de un rato pude subirme e incluso me puse de pie. El agua me llegaba hasta la cintura. Unos treinta pasajeros más se fueron subiendo a esa misma barca. Cuando el bote salvavidas del oficial Lowe nos recogió, once de nosotros todavía estábamos vivos; los demás había muerto de frío».

Norris y los demás estuvieron seis horas soportando la baja temperatura nocturna y en contacto con las heladas aguas del Atlántico hasta que fueron rescatados por el buque Carpathia. El médico de dicho barco examinó a Williams y al percibir el estado de congelación de sus piernas le dijo que la hipotermia era irreversible y que había que amputárselas para evitar que una posible gangrena se extendiese por otras partes del cuerpo. «No, por favor –replicó el joven- voy a necesitar estas piernas». El doctor atendió su ruego y unos días más tarde ‘Dick’ comenzó de nuevo a andar por la cubierta del Carpathia. Apenas dos meses después, en junio, ganó el Campeonato Nacional de Estados Unidos 1912, antecesor del Abierto de Estados Unidos, en la modalidad de dobles mixto junto con Mary Browne. En 1914 y 1916 fue campeón individual masculino en el mismo torneo.

En 1913, un año después del naufragio del Titanic, Norris, ya matriculado en Harvard, ganó su primer Campeonato Interuniversitario. Repetiría título individual en 1915 y, asimismo, venció en la modalidad de dobles en 1914 y 1915.

También fue en 1913 cuando, formando parte del equipo de Estados Unidos, se proclamó campeón por vez primera en la Copa Davis. Ganaría esta competición por países cuatro veces más -1921, 1923, 1925 y 1926-, pero antes sirvió a su nación como soldado en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y fue condecorado por ello con la Cruz de Guerra y la Legión de Honor. Acabada la contienda, Norris dejó el fusil y cogió de nuevo la raqueta. Fue campeón de dobles con Chuck Garland en Wimbledon 1920 y ganó una medalla de oro en dobles mixto en los Juegos Olímpicos de París 1924.

En las pista de tierra batida parisina protagonizaron una épica y victoriosa final olímpica. Norris se había roto el tendón de Aquiles en un partido anterior. Apenas podía apoyar la pierna derecha y amagó con abandonar. Entonces, su compañera, Hazel Hotchkiss Wightman, le recordó que había sobrevivido al Titanic y a una guerra mundial. Tenía que seguir jugando. Acordaron que él se colocaría cerca de la red, moviéndose lo justo, rematando las bolas que buenamente pudiera y dejándole llevar a Hotchkiss el peso del encuentro. Así lo hicieron. La pareja rival, los también estadounidenses Marion Jessup y Vincent Richards buscaron aprovechar la inferioridad de Norris con pelotas bombeadas a su espalda, pero Hazel no paró de correr, muchas veces remangándose la falda, para llegar a devolver cada bola. Norris y Hotchkiss ganaron 6-2 y 6-3 entre los vítores del asombrado y emocionado público presente.

Norris Williams estuvo en la lista de los diez mejores tenistas del mundo entre los años 1912 y 1916 y de 1919 a 1923, llegando a ser el número 2 en 1916. Se mantuvo en el top 10 de Estados Unidos entre 1912 y 1925, y el ‘New York Times’ lo describió como «imbatible en su mejor momento y más talentoso que Bill Tilden (número uno norteamericano de la época)». Jugó hasta los 44 años, y en 1957 entró en el Salón de la Fama del tenis mundial.

Cerrada su etapa deportiva, se convirtió en un exitoso inversor en Filadelfia. Fue durante veintidós años presidente de la Sociedad Histórica de Pensilvania y murió tras haber vivido 77 intensos e interesantes años. Richard Norris Williams rara vez habló sobre lo sucedido en el Titanic. Escribió una breve memoria (35 páginas) poco antes fallecer, pero nunca buscó publicidad. Prefirió utilizar sus estimadas piernas para dedicarse a su gran pasión: el tenis.

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