
Edilio Salsamendi creció bajo el calor y el sonido de una máquina proyectora de cine AEG, la vieja máquina de cine de su padre, esa que hoy ocupa un lugar importante en el hall del auditorio municipal. Recuerda su teclear característico. Las imágenes de su propia historia se van mesclando con las del film “Cinema Paradiso” y no deja de sentir una sensación de nostalgia.
Cuando Edilio nació, en 1932, su padre ya había roto su sociedad con Lasa, vendido el hotel y construido el local del cine Ideal. Este cine funcionó de 1932 a 1945: el local fue alquilado luego a una cooperativa que se denominaba “Eva Perón” y más adelante a varios comercios. Según Edilio, una de las causas de su cierre fue la dura competencia que imponía Roque González y su cadena de cines en la provincia, incluyendo Esquel.
“El Ideal trabajó con distribuidoras de Metro Goldwyn Mayer y Warner Brothers, lo que a juicio de Edilio, implicaba una ventaja respecto del Armonía, que trabajaba con material de Universal y la Fox. Pero dice que la gran novedad del Ideal fue no sólo la introducción de mejores y más exitosas películas, sino la iniciación del cine sonoro en Esquel.
“El equipo original era de origen alemán. Tenía un sistema Vitafon de sonido con disco de pasta que había que sincronizar con las imágenes. La luz en pantalla se lograba por un arco voltaico cuyos carbones producían una chispa luminosa que había que cuidar porque los carbones se iban desgastando; la máquina producía mucho calor” y Edilio, en plena infancia, solía quedar debajo de ella en una improvisada cuna. Más adelante, aún pequeño, la aprendería a manejar. Años después llegó un moderno sistema de lámparas.
Otra novedad fue pasar del cine por actos al continuado. Había tres funciones: matinée, vermouth y noche. También hacían publicidades con un vidrio pintado, tipo “transparencias”; “…los Ayats se dedicaron mucho a la publicidad en esos tiempos; hacían transparencias para el cine y publicidades con sonido, incluso al aire libre.”
Edilio recuerda que las películas se proyectaban acorde con las inclemencias de la naturaleza: “…llegaban tarde si había temporales y se repetían hasta cuanto se pudiese si los aquéllos impedían su devolución: se pasaban para el regimiento y las escuelas, si no había restricciones, hasta llegar al precio más bajo; incluso había películas que tenían un público repetido.” Llegaban por medio de correos o por los hermanos Paredes; venían por tren y luego desde Maquinchao hasta Esquel por auto o camiones.
Recuerda éxitos de público en el Ideal: “Lo que el viento se llevó”, cuando los besos de Clark Gable desde la pantalla provocaban murmullos femeninos en la platea, “El Cisne Negro”, con Tyrone Power, quien hacía suspirar a numerosas jovencitas esquelenses, y “Escuela de Sirenas”, con Esther Williams, todas con gran éxito de público. Pero no olvida un hecho que lo conmovió: “… fue el estreno del film argentino “Una Nueva y Gloriosa Nación”, con la presencia de la banda del ejército y toda una fiesta cívica, un 25 de mayo.” En general, dice, las películas argentinas llegaban al Armonía.
Desde Bahía Blanca mandaban los afiches de propaganda y ellos armaban una difusión callejera con un camión playero de los Moncá, que vivían cerca del arroyo en la avenida Fontana, sobre el cual colocaban un par de paneles con afiches, hacían mucho ruido y entregaban programas, impresos generalmente en la misma imprenta donde se hacía el semanario “El Libre del Sur”.
Cuando habla del cine Ideal, Edilio lo hace en primera persona del plural, aunque su participación fue siendo niño. La gente del pueblo se vestía muy bien para ir al cine; era barato y además no había tantos espectáculos, aunque el pueblo tenía otras opciones de actividad social: bailes, cines, bares, fútbol, romerías, teatro, tablaos.
Recuerda un operador que sabía hacer de todo: maquinista, reparador de proyectores, puso la primera usina hidroeléctrica de la ciudad: Guido Africh, de origen europeo.
Fragmento del libro “Esquel… del telégrafo al pavimento”, de Jorge Oriola