En el 2002 accedí, gracias a un amigo, a una serie de fotocopias de los pocos números de “La Chispa”, un periódico pequeño y revoltoso que editaba con otros esquelenses, a cargo de Juan Carlos Chayep. Lo devoré y, como no podía ser de otro modo, lo difundí por radio.
Pero la mayor felicidad de mi carrera fue poder “traerlo” a Esquel para dar dos conferencias en el marco del reciente “Primer Encuentro de Ciencias Sociales” en el 2002. No fue fácil ubicarlo, pero gracias a Internet di con él en Alemania. Comprometió su asistencia, pero cuando todo estaba listo desestimó hacerlo porque no quería que empresas o partidos políticos pagasen sus pasajes. Entre docentes de El Bolsón y el esfuerzo de gente de Esquel, pudimos revertir esa decisión. Y finalmente vino.
Dos conferencias en Esquel, una en Trevelín, otras dos antes en El Bolsón, recorrido por escuelas, comentarios con la prensa. Y almuerzos y cenas donde fue inevitablemente el centro de nuestras atenciones; compartiendo buenos vinos tintos, fuimos un privilegiado auditorio de numerosas y jocosas anécdotas sobre sus peleas con David Viñas, sobre la famosa película, sobre su vida. El último domingo de octubre, tras una charla con amigos y muchachos que lo llevaron a caminar para contarle acerca de lo que se pretendía en Esquel con la minería, lo despedí en la Terminal. Valoraba esas horas dichosas, concretadas después de tanto esfuerzo; pero también pensé si podría volver a verlo.
La conferencia inicial, un viernes, fue maravillosa; ante el Auditorio Municipal repleto de estudiantes, docentes y vecinos, Bayer narró con seriedad y rigor científico, pero sin faltar alguna que otra humorada, cómo vivió su investigación sobre las huelgas patagónicas, los relatos de obreros sobrevivientes, de represores casi ancianos, y la repercusión que tuvo su trabajo. Fue lapidario y contundente al condenar a los asesinos. Y evocó hacia el final, con emoción, a las prostitutas de una de las ciudades portuarias patagónicas que no quisieron atender a los soldados y los rechazaron al grito de “¡Cabrones! ¡Asesinos!” Recordó uno a uno sus nombres, a partir del hallazgo de un informe policial por la detención posterior al escándalo, a pedido de los militares.
La segunda fue en el salón de actos de la ex Escuela Normal. Comenzó contando anécdotas de sus años jóvenes, cuando era guardavidas de una pileta de un club de barrio y un hombre elegante, de sobrio traje y buena corbata le hacía una pregunta que él ironizaba como “kantiana” o “hegeliana”: “…y, pibe? ¿Cómo están las minas hoy?”. Ese hombre era Raúl Lastiri, alguna vez presidente de los argentinos y censor de su obra. También comentó su trabajo en un barco por el Paraná y cómo había sido echado por hacer una huelga. Lamentó más el libro de rutas que el oficial le arrojó a las barrosas aguas, que la pérdida del trabajo.
Y luego empezó a hablar de Esquel. Osvaldo estuvo trabajando como periodista entre los años 1958 y 59. Tiempos de Frondizi. Hacía notas en el “Esquel” de Feldman Josin, pero no tardó en enemistarse con él. Las relaciones entre ambos fueron muy conflictivas hasta que fue despedido. Hubo un juicio laboral. Con Chayep al frente, se alistó en “La Chispa”, un pequeño semanario que intentaba ser la voz polémica contra el latifundio y el hambre. En abril del ’59, regresó a Buenos Aires con su familia. Durante el breve período en el que Bayer vivió en Esquel, el semanario, con formato de un periódico escolar y sin publicidades, se dedicó a criticar a la dirigencia esquelense y al gobierno municipal, a investigar sobre casos de robos y despojos a los más pobres, como el de las tierras de los descendientes de Nahuelquir en Cushamen por Julio Telleriarte, caso que murió en la Justicia, o el azúcar de Lahusen, y otros comentarios sobre el desarrollo de la región recién provincializada. Y por supuesto, sus permanentes diatribas contra Feldman Josin.
Escritor Osvaldo Bayer
Todo esto lo narró con firmeza y memoria, con buenas dosis de humor e ironía que, sin duda, pudieron molestar a algunos vecinos presentes en la segunda conferencia en ese evento mencionado, en octubre de 2002. Por supuesto, la grabación que utilizo aquí, también fue difundida en mi penúltimo programa de radio.
Tras reseñar algunos trabajos y estudios, comentó que estaba como periodista en “Noticias Gráficas” cuando Feldman Josin lo invitó a participar en el diario local, en la época en que Esquel era un pueblo; “…había un pobrerío llamado Hyde Park, una pequeña burguesía, una especie de reunión de profesionales, comerciantes, con una vida política no muy grande. Empecé en el diario “Esquel”; su propietario vivía todo el tiempo en Trelew y me dediqué con libertad a hacer periodismo de verdad.”
Tuvo muchos amigos como el doctor Catena, a quien valora muchísimo. Galante y su café, donde se juntaban a tomar ginebras y charlar sobre política, los dos hermanos De Bernardi hizo referencia a Ripa, “… que la iba de socialista, el intelectual de la ciudad.”
En la conferencia retomó su pésima relación con el director propietario del “Esquel”. “A Josin no le gustaba cómo trabajaba con las noticias y se sintió decepcionado. Ocurrían cosas como el caso Lacava. Había plantado 27.000 nogales y no gustó en Epuyén ese emprendimiento y una noche se lo destruyeron.” Él tomó a su cargo la defensa porque era monstruoso destruir semejante plantación. “Lacava estaba preso en una comisaría en un piso alto y quedaba aislado arriba cuando el vigilante le sacaba la escalera.” Insistió en la importancia del caso. “Quedaban en evidencia las alianzas entre la policía, el lavado de manos de ciertos políticos y las mafias y el apoyo total de Feldman Josin a esa destrucción.” Era octubre, y éste lo cesanteó por telegrama. No le pagó y lo acusó de doble tentativa de homicidio.
Fue preso, allá en la calle Rivadavia. El comisario era hijo de galeses. Los testimonios eran de la mucama de Feldman Josin y de un trabajador del “Esquel”. “Hacia un frío terrible, sin calefacción, pobres presos, sin luz, a oscuras. El comisario le dijo: “¿Sabe jugar al ajedrez? Durante 5 días jugamos al ajedrez y me dejaba ganar y me dormía en su despacho. Tomaba whisky y se ladeaba. “Mi abogado demostró que era una patraña y los testigos se desdijeron.”
Textos del libro “Esquel…del telégrafo al pavimento”, de Jorge Oriola