lunes, 13 de enero de 2025
Eduardo Botello. Foto: María Vargas

Uno de los tres primeros colonos del sur del Chubut y del departamento Río Senguer y el primer colono de Colonia Ensanche Sarmiento.

Eduardo Botello nació en Curuzú Cuatiá, en la provincia argentina de Corrientes.

Se radicó en la ciudad de Buenos Aires al promediar los 22 años de edad. Para entonces era ornitólogo, por lo que algún tiempo después fue contratado por el Dr. Moreno para que pusiera sus conocimientos al servicio del Museo de La Plata. En 1888, el Dr. Moreno le encomendó que, junto con Carlos Ameghino y el austriaco Antonio Steinfeld, recolectaran material para el Museo en el territorio del Chubut. En 1889 y 1890 realizó otras dos expediciones al sur del Chubut y norte de Santa Cruz. Durante la expedición de 1890 descubrieron el lago La Plata, el que se tiende al oeste del lago Fontana. Al concluir las expediciones de 1889 y 1890, Botello residió en la naciente población de Trelew, en la colonia galesa del valle inferior del río Chubut.

El tercero de la izquierda es Eduardo Botello, a su lado, a la derecha, Florentino Ameghino, en la colonia galesa del Chubut, década de 1890

Según afirman sus descendientes que aún residen en la antigua propiedad de Choiquenilahue, Eduardo Botello se estableció en 1884 al sur del arroyo Genoa, en el suroeste del Chubut; casi dos años antes de que la famosa expedición de Fontana, integrada en su mayor parte por colonos galeses, pasara por las inmediaciones. Es decir, cuando la única zona habitada por colonos era la colonia galesa del valle inferior del río Chubut y se sucedían los últimos combates entre indígenas y tropas del ejército. Sin embargo, es muy probable que el año que le atribuyen sea erróneo. La confusión surge por la fecha en que fue sancionada la ley por la que se les otorgó el título de propiedad. Dicha ley es la llamada Ley del Hogar, que es de 1884.

Tras la expedición de 1890 a la región del actual departamento Río Senguer, Botello y Steinfeld retornaron a la región y se encontraron con la tribu del cacique tehuelche Maniqueque. Para ganar su amistad, los dos exploradores les regalaron a las mujeres objetos colgantes y adornos. Pero su generosidad con las mujeres, disgustó a los hombres de la tribu y los tomaron prisioneros. Luego los tehuelches celebraron un parlamento y decidieron matarlos al anochecer. A continuación, los indígenas comenzaron con los preparativos y a beber alcohol. Las mujeres aprovecharon la distracción de los hombres, liberaron a los prisioneros y borraron sus rastros para que no los encontraran.

Pese a que su vida corrió peligro, poco después Botello regresó a la toldería para reencontrarse con Teresa Maniqueque, la hija del cacique que le había salvado la vida. En un principio, el cacique adoptó la misma actitud que la vez anterior, pero Teresa Intercedió a favor de Botello, pidiendo al padre que le perdonara la vida. Para acceder a la petición de la hija, el cacique le impuso a Eduardo que se casara con ella y que se radicara para siempre en esa zona. De ese modo nuevamente salvó su vida. Pese a la desavenencia inicial, con los años, Botello y el cacique llegaron a ser grandes amigos.

Los colonos describían a Teresa como una mujer hermosa y muy elegante. Era común verla engalanada con vistosas joyas elaboradas con plata. Teresa vestía de forma elegante por mandato del padre, que siempre le recordaba que tenía que montar un caballo blanco y andar bien vestida, porque “era la hija de un cacique y debía comportarse como la princesa que era”.

A fines de 1890, tras el acuerdo concertado con el cacique Maniqueque, Eduardo Botello se instaló en una carpa junto a los toldos de su suegro, al sur del arroyo Genoa, cerca de la confluencia con el arroyo Apeleg. A la par, se dedicó a construir varias viviendas con troncos y ladrillos de adobe, en las que luego fundó un comercio de ramos generales al que denominó “El Unco” (pequeño pasto que crece en lugares húmedos). El comercio funcionó hasta 1897 y los escasos pobladores lo llamaban “el mercado”. Entre los clientes también se encontraban las tribus que residían en las inmediaciones.

En cuanto a su patrimonio, en 1895 consistía en una tropa de chatas para transportar mercaderías, las que eran tiradas por 16 caballos, y carros que debían ser tirados por mulas. Con ellas unían la costa y la precordillera, transportando mercaderías.

A principios de 1897, se mudaron con su esposa al vado Choiquenilahue situado unos 10 kilómetros al sur de “El Unco”, en la confluencia del arroyo Genoa con el río Senguer. Desde entonces el vado fue llamado “Paso Botello”.

En su nueva residencia construyó una vivienda con paredes de troncos de ñires, árboles que, pese a crecer en zona de montañas, habían formado un bosque dentro del campo, sobre la margen del río (120 kilómetros al este de la cordillera). Era un gran galpón, tipo cabaña, con dependencias y dormitorios. En un enorme toldo funcionaba la cocina. Luego Eduardo construyó dos viviendas con ladrillos de adobe; una para residencia familiar y otra para utilizarla como comercio.

Eduardo Botello hijo. Foto: Ahida Bazán

Se estableció en un punto estratégico, ya que estaba a mitad de camino entre Colonia San Martín (creada en 1895) y Colonia Sarmiento (fundada en 1897). Todos los viajeros debían detenerse en su boliche. Por aquellos años, dado que se viajaba a caballo o en carros, apenas se recorrían entre 40 y 60 kilómetros al día. Debido a ello, detenerse en la propiedad de Botello era casi obligatorio.

También albergó en su vivienda a Tomasa Urquiza, la suegra del cacique Maniqueque. Esta era una mujer rubia, de ojos celestes, que había sido tomada cautiva por el cacique tehuelche Sapa, pariente de Maniqueque. Tomasa falleció con más de 100 años de edad, varios años después de la muerte de Botello.

Botello fue muy amigo de un comerciante francés, Emilio Loyauté Pierre, el que se estableció en 1896 en el curso medio del valle del río Mayo. Solían visitarse con frecuencia y se ayudaban en lo que les era necesario. Cada vez que Botello viajaba a la colonia galesa del valle del río Chubut en busca de mercaderías, se ocupaba de transportar las del francés. Otro de los grandes amigos de Botello fue el italiano Artemisio Casarosa, quien se radicó en 1892 en el curso superior del río Senguer, en Barrancas Blancas. Botello, Casarosa y Cecilio Crespo, colono de Colonia San Martín, eran parientes por intermedio de sus mujeres tehuelches. En 1899 Botello ocupó un lote de dos leguas contiguo a su comercio del vado Choiquenilahue; y gran parte del valle de Choiquenilahue (entre las confluencias de los arroyos Genoa y Apeleg por el norte, y la confluencia del arroyo Genoa y el río Senguer por el sur). Contrató a los alemanes José y Manuel Eylestein para que le cuidaran la hacienda y le construyeran un puesto de adobe, al que llamaron “El Troncol”. Por aquellos años era propietario de 2000 ovejas y unas 7000 vacas. A la vez, poseía unas 7000 yeguas; una tropilla por cada pelaje.

Fragmento del libro “La colonización del oeste de la Patagonia central” de Alejandro Aguado

 

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