“Indios Marinos: Han sido puestos a disposición de la Comandancia de Marina, para que les dé destino conveniente a bordo de los buques de la Escuadra Nacional, los 21 indios que están en el cuartel del 6º de Línea y 5 en el Regimiento de Artillería […]”
Periódico El Nacional
“Por el Ministerio de Marina se ha dispuesto que el bergantín Rosales se estacione en la isla Martín García, con el objeto de que sirva de escuela de marinería a los indios que han sido destinados para eso […]”
Periódico La América del Sud.
La decisión del gobierno nacional de incorporar parte de los indígenas sometidos a la Marina de Guerra obedeció a dos razones principales. La primera de ellas tiene que ver con la creciente dificultad que tenía ese Departamento, al igual que sucedía en el de Ejército, para cubrir las distintas vacantes producidas en la escuadra nacional.
Intentando dar solución a este problema, en abril de 1879 el Gobierno dictó el Decreto 1627 ordenando que cada vacante producida en la Marina se resolviese en lo posible con personal que ya estuviera incorporado. Además, especificaba que la incorporación de marineros se haría de acuerdo a la Ley de Reclutamiento del Ejército Nacional, y que para proceder así se debían preferir los marineros en actividad en ese momento y, sólo a falta de ellos, se autorizaba a “levantar bandera de enganche”.
Sin embargo, este método previsto por el Gobierno para solucionar el problema de las vacantes en la Marina de Guerra tuvo escaso resultado en su aplicación, ya que la mayor parte de los marineros embarcados, al finalizar su tiempo de enganche, se rehusaban a seguir incorporados y firmar contrato por un nuevo así lo había demostrado el resultado de la convocatoria a ese efecto período. Por lo menos hecha por las propias autoridades nacionales durante el transcurso del año 1879.
Así, a principio de 1879 y por orden del ministro de Guerra y Marina comenzó a funcionar una escuela de marinería en el vapor Rosales, cuyo alumnado estaba integrado por aproximadamente ciento cincuenta jóvenes indígenas de entre dieciocho y veinte años seleccionados entre los que se encontraban internados en la isla Martín García.
El objetivo principal de la escuela, según la resolución firmada por Roca, era proporcionar en corto plazo marineros indígenas que sirvieran para reemplazar a aquellos extranjeros embarcados en las diferentes unidades que componían la escuadra de guerra.
Al mismo tiempo que se ponía en funcionamiento la escuela también se iban cubriendo las vacantes producidas en cada uno de los buques, dando de alta como marineros a los indígenas tomados prisioneros.
Si bien, al igual que lo sucedido con los incorporados en el Ejército, no contamos con información específica acerca de la cantidad total de indígenas destinados como marineros en la Marina de Guerra y su porcentaje en relación con el total del personal. Para resolver este problema se ha elaborado el siguiente cuadro que, aunque incompleto, muestra la presencia indígena se incluye la cantidad de marineros indígenas destinados en cada una de las naves que componían la escuadra y en otras dependencias del Departamento de Marina.

Estos nuevos marineros indígenas fueron incorporados, como en el caso de los reclutados en el ejército de línea, en calidad de “destinados”, pero con una asignación que en 1881 alcanzaba a los 12 pesos mensuales, según consta en el presupuesto del transporte Villarino correspondiente a ese año. Cabe señalar que esa suma era similar al sueldo que percibía un marinero de segunda clase.
Si nos dejáramos llevar por las impresiones recogidas por Larrain en su contacto con estos singulares e improvisados hombres de mar durante su travesía a bordo del Villarino, deberíamos aceptar que los indígenas incorporados en el servicio naval se adaptaron sin dificultades y rápidamente a su nueva vida. Sin embargo, a la luz de otros testimonios, especialmente los brindados por los capitanes de algunos de los buques de la escuadra, tenemos que decir que en mucho de los casos esto no fue así y, por el contrario, el cambio de clima, de hábitat y de costumbres sumados a una deficiente alimentación, comenzaron muy pronto a provocar estragos entre los aborígenes que cayeron víctimas del escorbuto y de otras enfermedades infecto-contagiosas.
En efecto, no había transcurrido mucho tiempo desde las primeras incorporaciones de los nuevos marineros indígenas cuando comenzaron a llegar a la Comandancia General de Marina las comunicaciones de los capitanes de los distintos buques que componían la escuadra de guerra, anunciando las bajas producidas por enfermedad entre los tripulantes de ese origen. El primero en hacer llegar estas novedades fue el comandante del bergantin goleta Rosales, quien en una nota fechada el 16 de junio de 1879 anunciaba a sus superiores que en el buque a su mando se encontraban ocho marineros indios enfermos, habiendo fallecido uno de ellos el día anterior. Si bien no especificaba que tipo de afección les aquejaba igualmente solicitaba que pudieran ser evacuados a la isla Martín García para una mejor atención, y que fueran reemplazadas por otros en mejores condiciones físicas.
A esta primera noticia le sucedieron otras del mismo tenor en los meses siguientes, cuando los comandantes de las diferentes unidades de la Marina anunciaban la cantidad de indios enfermos y los decesos producidos por el escorbuto.
Fragmento libro “Estado y cuestión indígena”, de Enrique Hugo Mases