miércoles, 11 de diciembre de 2024
Un niño internado en una sala de oncología juega un videojuego en una consola de La Guardia.

Cuando era niño, Miguel Blanco se fascinaba con los videojuegos de su consola Atari, aquella que marcó a toda una generación entre las décadas de 1980 y 1990. Como a millones de niños y niñas en el mundo, lo seducían las historias de aventuras como el Carmen Sandiego o el Pitfall. Treinta años más tarde, su pasión por el universo gamer lo llevó a embarcarse en “La Guarida”, un proyecto sin fines de lucro que se dedica a la fabricación de consolas artesanales para donar a hospitales infantiles de Argentina, donde miles de pequeños realizan tratamientos médicos muy prolongados contra enfermedades complejas.

La historia se remonta a 2020, cuando, en pleno aislamiento por la pandemia de covid, Blanco, un bonaerense de 37 años, retomó con más fuerza que nunca su pasión por los videojuegos. Con tiempo libre y conocimiento, este locutor, productor audiovisual y emprendedor creó un canal de streaming y, en cuanto reunió sus primeros ingresos, dio rienda suelta a lo que denominó misiones solidarias. En una primera etapa, se dedicó a entregar comida a personas en situación de calle, pero, con el tiempo, se abrió a nuevas iniciativas.

Aquellas primeras incursiones en plena cuarentena fueron el puntapié para un proyecto que hoy no para de crecer. “Conocí a una organización que donaba consolas de videojuegos viejas a hospitales, pero por distintos aspectos técnicos, desde la falta de televisores hasta la ausencia de conexiones, los chicos no las podían utilizar”, relata Blanco a América Futura. Fue allí que puso su creatividad al servicio de la solidaridad y comenzó a diseñar un sistema accesible y que le permitieran ingresar a salas de oncología o hemodiálisis, donde los protocolos sanitarios son muy estrictos para evitar el contagio de enfermedades intrahospitalarias.

Así nació La Guarida como un proyecto que desde hace un año distribuye “consolas gamer solidarias”, como él las llama, un maletín que contiene toda la electrónica, un monitor y una mini computadora con miles de juegos instalados, lista para conectar a la pared y utilizar.

Hasta ahora, las donaciones llegaron a tres centros de salud, aunque proyecta alcanzar a todo el país en los próximos años. La mayoría de los dispositivos se encuentran en las salas de oncología, hemodiálisis y precirugía de hospital Juan Garrahan, en la Capital Federal, el más importante de la Argentina en el tratamiento contra el cáncer infantil, donde se atienden más de 600.000 consultas y se practican 11.000 cirugías al año. Además, las consolas solidarias llegaron a los hospitales de Niños Pedro de Elizalde, de la Ciudad de Buenos Aires, y al Sor Ludovica, en la ciudad bonaerense de La Plata.

Los videojuegos, un plus en los tratamientos contra el cáncer
Un estudio realizado por la Fundación Juegaterapia en el Hospital La Paz de Madrid publicado en 2021 en la revista Journal of Medical Internet Reasearch reveló que los niños que eran sometidos a tratamientos oncológicos de quimioterapia sienten menos dolor si utilizan videojuegos.

La investigación precisó que, entre quienes utilizaron los dispositivos, se disminuyó un 20% la administración de morfina y que se favoreció el proceso de curación. Además, sugirió que los videojuegos podrían “incluirse como analgésicos no farmacológicos” y “formar parte del protocolo de atención sanitaria”.

Durante meses, Blanco se dedicó con obsesión a leer documentos científicos similares publicados en distintas partes del mundo. “También se descubrió que en niños que están por afrontar una cirugía, los niveles de estrés son mucho menores entre quienes utilizaron consolas”, detalla, y reflexiona: “Hay chicos que están mucho tiempo hospitalizados. Se vuelve muy necesario encontrar un espacio de entretenimiento donde desconectarse de la enfermedad”.

Dos niños internados en un hospital infantil juegan con una consola de La Guardia.

Consolas gamers, de la solidaridad a la acción
Blanco lleva adelante el proyecto junto a su pareja, Inés, y su mejor amigo, Dylan. En su taller se acumulan las donaciones que reciben para continuar con la iniciativa solidaria. Aunque no se trata de un sistema muy complejo, requiere muchos materiales y, en especial, paciencia. “Las consolas son un maletín con un pequeño monitor emplazado en su interior”, grafica. Joysticks, tarjetas de memoria, cables de todo tipo, adaptadores y conectores son algunos de los elementos necesarios.

“La fabricación es un trabajo muy artesanal, todas las consolas son distintas”, explica Blanco. Para el emprendedor, es clave la donación de materiales electrónicos de todo tipo. “Hay mucha electrónica en desuso que puede ser útil para el proyecto”, dice.

Una vez que finaliza la fabricación, llega el momento más emocionante: la entrega de las consolas. “No hemos visto muchas reacciones de chicos porque las reciben en lugares muy reservados, como puede ser una sala de hemodiálisis o de oncología. “Los niños se divierten mucho, las consolas quedan en los hospitales y son para compartir”, relata Blanco. “Los enfermemos y enfermeras nos cuentan con emoción cómo las utilizan. Hace poco un trabajador del Hospital Garrahan nos contactó muy contento para contarnos del impacto positivo”, cuenta con orgullo.

Blanco cree que la principal barrera a superar es el prejuicio de que los videojuegos son “violentos” y producen sedentarismo algo que, dice, aún penetra mucho en un sector de la sociedad. “Son conceptos que hoy ya no son tan reales”, reflexiona. “Las consolas emulan viejos dispositivos como el Atari, la Play Station, el SEGA o los Game Boy, y traen miles de juegos, nosotros hacemos una curaduría, porque no queremos ninguno de extrema violencia”, precisa.

Con entusiasmo, Miguel cuenta que ahora trabaja en un nuevo proyecto con el objetivo de donar pequeñas computadoras de escritorio, adaptadas para ser utilizadas en la sala de un hospital infantil.

A futuro, le gustaría poder multiplicar las donaciones y que cada niño que sea dado de alta se pueda ir del hospital con una consola para utilizar en su hogar. “Mi sueño es llegar a todos los hospitales de la Argentina, no sólo los infantiles”, agrega, emocionado. “El efecto del uso de videojuegos no está limitado a los infantes. Cualquier persona que disfrute de jugar puede ser usuaria de este proyecto, me gustaría hacer sinergia con el mundo de la salud y lograr que haya consolas en todos los hospitales”.

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