
Un aspecto que llamó poderosamente la atención de Piedra Buena, apenas iniciados sus viajes a las costas y mares australes, fue la presencia de numerosos buques ingleses procedentes de las islas Malvinas que navegaban nuestras aguas jurisdiccionales, anclaban en sus costas, imponían su propia toponimia y confeccionaban sus cartas marinas como si fueran de su propiedad. Para alertar y advertir a esos navegantes que aquello era argentino, ya en el año 1859 izó en un cerro de la isla de los Estados la bandera nacional como signo inconfundible de la presencia argentina en esas remotas latitudes. Que este temor no era fruto de exaltado patriotismo lo demuestra el hecho de que unos años más tarde, cuando ya era el dueño de la isla, un enviado del gobierno inglés le ofreció diez mil libras esterlinas por esa posesión. “Esta isla le pertenece a mi país”, le contestó Piedra Buena.
Los frecuentes naufragios que ocurrían en los embravecidos mares australes significaban la muerte segura de sus tripulantes, pues aunque a veces llegasen a salvarse de las aguas, no encontraban luego ningún refugio donde guarecerse, ni medios de sustento en esas heladas costas. La humanitaria sensibilidad de Piedra Buena lo decidió a construir un refugio en la isla de los Estados el año 1862. Lo hizo en una abrigada bahía conocida como puerto Cook, para que sirviera de albergue a los náufragos y para que hubiera una presencia argentina en ese lugar de tan extraño nombre, porque también allí enarboló y nunca arrió la bandera nacional.
El 6 de octubre de 1868 el Congreso de la Nación con la sanción de la ley N° 269 había concedido a Piedra Buena “la propiedad de la isla denominada del Estado”. Al tomar posesión de ella el 19 de febrero siguiente, levantará otra casilla en la bahía de los Pájaros Reyes que se encuentra en la costa norte de la isla, no lejos de puerto Cook. Durante el acto “enarbolamos nuestra bandera con las ceremonias siguientes: en nombre de Dios y de la República Argentina levanté la bandera saludándola con tres descargas de fusiles, por no tener los cañones”.
En 1879 los herederos de Luis Vernet reclamaron al Gobierno Argentino una indemnización por los bienes que habían perdido -según ellos- en la usurpación inglesa de las Malvinas. El Poder Ejecutivo, bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda, elevó el pedido al Congreso el 11 de agosto solicitando que se reconocieran los derechos de los herederos y para satisfacerlos sugería que se aprobara “la devolución de la isla de los Estados cedida al capitán Piedra Buena por ley del 10 de octubre de 1868” con el propósito de entregarla a los Vernet.
El pedido fue tratado en el Senado el 29 de julio de 1882, ya con el General Roca en la presidencia; el senador Ortiz, miembro informante, se opuso con una bien fundada argumentación jurídica a que se accediera a lo solicitado, pues la isla había sido cedida al marino en retribución “de los servicios prestados por él, al mantener la bandera argentina en aquellas soledades”. El proyecto resultó rechazado y los herederos de Vernet recibieron más tarde tierras en el Chaco.
En 1882, cuando se llevó a cabo la expedición científica bajo la dirección de Giácomo Bove a los mares australes, el Gobierno Argentino puso a su disposición la corbeta Cabo de Hornos, comandada por Luis Piedra Buena. Al término de esa expedición, en el homenaje que el Instituto Geográfico Argentino tributó a sus integrantes, habló en nombre del Gobierno Argentino el ministro del Interior, Dr. Bernardo de Irigoyen. Refiriéndose a Piedra Buena dijo: “La isla de los Estados es casi lo más austral de lo conocido en este continente. Un valeroso e intrépido argentino, hace mucho tiempo, se lanzó entre las agitaciones de aquellos mares, con recursos insuficientes y débiles, para arrebatar muchos náufragos a las olas y levantar en aquellas rocas la bandera de la Nación en símbolo de la jurisdicción nacional. Los vientos pueden haberla agitado muchas veces, pero nunca llegaron a conmoverla y hoy descansa en la firmeza de su base y en el respeto de las Naciones”.
El 18 de abril de 1884 llegó al puerto de San Juan del Salvamento, en el extremo noreste de la isla, la División Expedicionaria al Atlántico Sud, comandada por el Coronel de Marina Augusto Lasserre. La división que se componía de ocho buques, tenía la misión de instalar una subdelegación de la Prefectura Marítima y un faro en el peñón de entrada.
Elegido el sitio se iniciaron inmediatamente los trabajos. Se construyó el muelle, y una escalera de 15 metros de altura, que conducía a una pequeña planicie, donde se levantó el edificio. En el peñón de entrada de la ensenada fue construido el faro, una torre circular cónica en cuyo vértice sobresalía un mástil. Para el 25 de mayo todo estaba listo y se procedió a su inauguración. Fue aquel un día de fiesta nunca visto en esos apartados lugares. Los buques engalanados, lucían en el tope de sus mástiles la bandera azul y blanca; a la hora fijada, oficiales y marinería, vestidos de parada, se acercaron al peñón donde se había levantado el faro; el coronel Lasserre izó la bandera argentina y dirigió breves palabras a los presentes, evocando las glorias de la Patria, ideales de humanidad y de progreso, concluyendo el acto con el encendido del faro y las acostumbradas salvas.
Desde la tarde de ese 25 de Mayo de 1884, los navegantes de todo el mundo tuvieron una guía segura en aquellos tempestuosos mares: durante el día en la bandera argentina, y durante las tinieblas de la noche, en la luz que irradiaba el modesto faro puesto por manos argentinas en ese lugar de tan significativo nombre: San Juan del Salvamento.
El 10 de agosto de 1988 el Centro Civil Argentino Luis Piedra Buena, de Bahía Blanca, que preside Alberto Iannamico, con el apoyo de la Armada Nacional, dejó inaugurado un monumento a Piedra Buena en la isla de los Estados. “Consta de una platea construida sobre un notable faldeo, con un mástil donde, desde el primer instante, quedó enarbolada una bandera azul y blanca; una fornida pilastra rectangular sostiene determinada figura granítica, similar a los otros siete bloques de granito gris, en cuya cara superior emergen portabanderas de hierro de 1,80 metros de altura, flameando 4 banderolas menores celeste y blanco, mientras proyectado sobre un costado del pilar se muestra una reforzada chapa de acero naval donde fue fijada una imagen de don Luis Piedra Buena…”. La solidez de los materiales empleados nos habla de la firmeza del propósito.
“Además, en el preciso lugar histórico donde naufragara don Luis, en el fondo de las rompientes de Bahía Franklin, quedó dispuesto otro mástil, ero bandera argentina en chapa giratoria a los vientos, de reducida altura, pero de gran fortaleza. ¡Hermoso testimonio de lo que puede hacerse para mantener vivo entre los argentinos el patriotismo inclaudicable gesta de don Luis Piedra Buena!
Del libro “Patagonia azul y blanca”, de Clemente Dumrauf
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Felicitaciones a La Voz del Chubut por la difusión de hombres y acontecimientos que nos posibilitaron afianzar nuestra soberanía en las tierras y mares australes.