¿Sabe cuántas palabras se han usado en España para nombrar a las prostitutas? Desde que esta práctica fue tolerada y legalizada por primera vez en la Edad Media, las denominaciones más populares, por ser las que han perdurado hasta nuestros días son: por un lado, ‘cortesana’, que hacía referencia a las más refinadas, y por otro, ‘ramera’, cuyo origen se debe a las chozas hechas con ramas dispuestas en los caminos donde estas mujeres ofrecían sus servicios o, en otras ocasiones, al ramo de flores que colocaban en la puerta de sus casas para atraer a los clientes.
A partir de ahí, la lista es infinita. Por lo general, los términos eran de lo más denigrantes y hacían referencia a aspectos tan dispares como la clase social de la mujer que ofrecía sus servicios, sus atributos, el lugar donde mantenían las relaciones sexuales, la calidad de estos, los años que llevaba ejercienzo la prostitución, en que estaban especializadas, su edad o incluso, si tenían defectos físicos importantes que pudieran desagradar a los clientes que pagaban por ellas. Una gran variedad de vocablos para la mal llamada «profesión más antigua del mundo», que va más allá de los actuales fulana, furcia, zorra, puta, meretriz o pelandusca.
Un vocabulario amplio que, en realidad, esconde una realidad históricamente mucho más dura, ya que la mayoría de las mujeres que se han dedicado a la prostitución desde la antiguedad hasta nuestros días, lo han hecho en condiciones muy difíciles. Desde siempre han sido marginadas por la sociedad y, al mismo tiempo, usadas por ella. Lo más peligroso, sin embargo, es que han sido forzadas o explotadas para el beneficio de otros, en un ambiente sórdido y con muchos riesgos para la salud física y psicológica de las afectadas.
De hecho, como indica Eduardo Muñoz Saavedra, historiador de la Universidad de Artes y Ciencias Sociales, en el artículo ‘Ciudad y prostitución en España en los siglos XIV XV’: «Su legalización en un primer momento (1350-1450) respondió, en parte, a la necesidad de controlar los males de un oficio condenado moralmente por el conjunto de la sociedad medieval y sus instituciones directrices, pero que al mismo tiempo fue aceptada bajo una lógica que tuvo sus orígenes en los postulados por los teóricos cristianos de comienzos del medievo».
Los términos
Mula de calco, abadejo, tomajona, gusarapa… los ejemplos son infinitos. Por eso aquí os dejamos algunos de los términos más usados por los españoles desde tiempos remotos en su vida cotidiana y en la literatura, algunos de ellos desaparecidos hace siglos:
—Rabiza: se usaba para indicar que la prostituta tenía defectos físicos importantes que, quizá, pudieran desagradar al cliente que pagaba por sus servicios.
—Tributaria: era la prostituta que tenía que pagar una parte de su tarifa al jaque, rufián o chulo que la explotaba para su beneficio desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVII (el Siglo de Oro).
—Iza: si era guapa o distinguida.
—Ganga: era una ave negra parecida a la perdiz cuyo vocablo procedía del sonido que hacía. Como se trataba de un pájaro difícil de cazar y de carne muy dura, esta palabra de origen francés se comenzó a aplicar irónicamente a las cosas de poco valor, por lo que luego en España se adaptó para referirse a las prostitutas que mantenían relaciones sexuales con los hombres por muy poco dinero.
—Primera: se refería a las chicas que llevaban muy poco tiempo dedicadas a la prostitución y, por lo tanto, tenían pocas experiencia en las artes amatorias.
—Mundana: su origen está en el latín (‘mundanus’) y, dentro de la religión, se usaba para referirse a la preferencia del ser humano por lo terrenal, en lo que respecta a los excesos de los hombres, más que por lo espiritual. Luego fue tomada como sinónimo de pecado, peligro y enemigo del bien. Las conductas inapropiadas y los sentimientos malsanos eran cualidades de los hombres mundanos, alejados de Dios, de ahí que en un giro sexista se comenzara a emplear en la Edad Media para referirse a las prostitutas.
—Tronga: tal y como indica el diccionario de la RAE, etimológicamente es un vocablo de origen incierto, aunque se sabe que ya se utilizaba alrededor del siglo XVII en la lengua de la germanía, que era la jerga usada en los bajos fondos de la sociedad durante el Siglo de Oro español, propio de rufianes y delincuentes. En esa época se usó para referirse a las prostitutas de poca calidad.
—Piltraca: una de las acepciones de esta palabra era la misma que ‘tronga’, una prostituta de menor calidad y, por lo tanto, más barata. Su origen también es incierto, aunque en su primera forma atestiguada en castellano es del ‘Cancionero’ de Juan Alfonso Baena, de 1430, donde aparecía como ‘peltraça’. Después se constató la citada variante de ‘piltraca’ que, finalmente, derivó en ‘piltrafa’ a finales del siglo XVI.
—Pobreta: variación de la palabra ‘pobre’, que también significa prostituta de menor calidad.
—Marca: se refería, por el contrario, a la prostituta de alta categoría.
—Olla y cobertera: estos dos vocablos se usaron en la moderna para referirse, respectivamente, a las prostitutas jóvenes y a las de edad avanzada. En este sentido, en la literatura española se encuentran infinidad de refranes que se refieren al significado de estas palabras. María Ángeles Calero recoge estos en su artículo ‘El mundo de la prostitución en el refranero español’ (Universidad de Lérida, ): «Primero seas olla que cobertera», «Ni hay prima sin tercera, ni olla sin cobertera», «La olla y su cobertera hacen el son a la buena bailadera», «Más vale ser olla que cobertera» y «A cada ollaza, su coberteraza».
—Moza de fregar y apretada: estos dos términos aparecen en ‘El Quijote’, siempre en escenas desarrolladas en una venta, que se erige en uno de los espacios más recurrentes y con mayor potencia narrativa de la novela de Cervantes publicada en 1605. Un lugar al que el hidalgo-caballero suele otorgar la categoría de castillo, dando lugar a una serie de situaciones equívocas, instaladas en su mayor parte dentro de la parodia.
—Meretriz: según el filósofo Virgilio Ortega, autor de ‘Palabrotalogía’ (Crítica, 2015), este vocablo vienes del verbo ‘mereor’, que significa ‘merecer’, es decir, alguien que se ha trabajado algo y se lo merece. De ahí que el escritor indique que, una vez que se conoce el significado profundo del término, «la palabra meretriz se pronuncia con más respeto» cuando se refiere a la prostitución.
Algunos estudios
Por si fuera poco, en su tesis ‘Diccionario y subjetividad: el tratamiento lexicográfico del vocabulario sexual’ (Universidad de Cádiz, 2002), Miguel Casas Gómez documentó 716 sustitutos de la palabra ‘prostituta’ en el español peninsular, así como 175 designaciones en el americano. Según el lingüista, en el léxico de la citada lengua germanía había multitud de sinónimos para detallar el lugar donde la prostituta realizaba su trabajo (carcavera, cotarrera o chulama), la forma en que lo realizaba (buscona o yira), su indumentaria (dama tapada o alcorzada), su categoría socioeconómica (bagasa o gusarapa), su clientela (establera, piquera), su grado de independencia laboral (daifa), su estatus marital (manceba) y otros pormenores.
Por su parte, María Ángeles Calero Fernández analizaba la definición y las características de esta práctica en su trabajo ‘El tratamiento de la prostitución’ (Instituto de la Mujer, 2004), a partir de un corpus de más de 800 refranes.
Fuente: ABC