jueves, 27 de marzo de 2025

El Diputado por Misiones, Roberto Antonio Galeano, era un calentón, un tipo con pocas pulgas. Su filiación política definía también su personalidad: militaba en la Unión Cívica Radica Intransigente y lo suyo era justamente la intransigencia.
El ex Vicepresidente de la Nación, el Almirante Isaac Francisco Rojas, era un personaje resbaloso. Pocos saben que a los 35 años era peronista. Si, señores, el Almirante Rojas era peronista. El antiperonista furioso, el gorila rabioso, había sido agregado naval en Brasil y Uruguay y Director de la Escuela Naval durante casi toda la presidencia de Perón, más precisamente entre el 46 y el 54. Incluso no participó en la primeras conspiraciones para derrocar a Perón, hasta que se desató el conflicto entre el Presidente y la Iglesia Católica. En ese instante, a finales de 1954, cerca de cumplir los 48 años, Rojas se mudó de una trinchera a otra: no solo se alejó del peronismo sino que además se convirtió en uno de sus principales opositores. Tan radical fue su cambio que Rojas impuso la prohibición de usar las palabras “Perón, peronismo y justicialismo” durante el tiempo que duró la Revolución Libertadora, entre el 16 de setiembre de 1955 y el 1 de mayo de 1958. Fue también responsable directo de los fusilamientos de José León Suarez y del asesinato de Manuel Chaves (Secretario General de ATE Azul y Concejal del Peronismo).
El conflicto entre el Diputado Galeano y el Vicepresidente Rojas surgió después de que la UCRI, es decir Arturo Frondizi, ganara las elecciones de 1958 gracias al respaldo del General Perón. El peronismo, todavía proscripto, no podía participar de la contienda electoral, por lo que su líder, en negociaciones reservadas, decidió respaldar la candidatura de Frondizi.
Si bien no se conocía la letra chica del acuerdo y Frondisi negaba su existencia cada vez que era consultado, Rojas sospechaba por los trascendidos periodísticos que algo se estaba cocinando por detrás de bambalinas. Tiempo después le admitió al historiador Robert Potash que, ni el General Aramburu ni yo podíamos creer que el Dr. Frondizi hubiese contraído u compromiso de esa naturaleza con Perón.
Rojas, en su calidad de Vicepresidente de la Nación, estaba obsesionado por eliminar a Perón y al peronismo del escenario político, y le pidió al Presidente Aramburu que convocara a Frondizi a Casa de Gobierno para pedir explicaciones, pero Aramburu se negó. Y mantuvo su postura incluso después de recibir un informe del Ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Laferrére, que presentó documentos que confirmaban el acuerdo. Laferrére, otro antiperonista dantesco, ante la negativa de Aramburu de intimar a Frondizi, renuncia a su cargo en la Cancillería.
Finalmente el acuerdo Frondizi-Perón transformó el resultado de las elecciones: Frondizi le ganó con el 52.77% de los votos (4.900.000) a Ricardo Balbín que alcanzó el 34.08% (2.600.000). Detrás quedaron las candidaturas de Lucas Ayarragaray (3.7), Alfredo Palacios (2.87) y Vicente Solano Lima (1.89). La participación popular, además, marcó un record: votó el 90,90% del padrón.
Meses después, cuando el gobierno de Frondizi estaba seriamente jaqueado por no haber cumplido con los acuerdo con Perón, Rojas se envalentonó y agravió a la figura presidencial en una nota periodística, tildando al Presidente de “marioneta de Perón”.
Galeano, que era Diputado por la UCRI, le envió un telegrama a Rojas diciéndoles que “carecía de autoridad moral para hablar de Frondizi” y que durante los primeros años de gobierno peronista, “había sido lacayo de Perón y de su esposa”. Rojas podía soportar que le dijeran cualquier cosa pero jamás podía tolerar que lo tildaran de peronista y mucho menos de converso. Así fue como le envió a Galeano sus Padrinos.
Después de las negociaciones, se acordó que el duelo se realizara el 4 de julio de 1959, en Pilar. El arma elegida fue la pistola y, pese a que se pactaron cuatro tiros (dos por lado), en realidad hicieron seis ya que ni Galeano ni Rojas se habían dado por satisfechos después de fallar los primeros intentos.
Otra curiosidad fue que el duelo se realizó a la francesa, es decir con ambos contendientes de espaldas y caminando hacia lugares opuestos. Después de revisar las armas, ambos estaban en sus puestos. La tensión crecía incluso entre la gran cantidad de periodistas que habían ido al lugar para cubrir la información. Eran las 10 de la mañana cuando el director del duelo comenzó la cuenta regresiva: 15, 14, 13, 12 …… Galeano y Rojas giraron rápidamente y sonaron los disparos. El tiro de Rojas pasó a penas por encima de la cabeza de Galeano. El de Galeano se fue a cualquier parte.
Se volvieron a cargar las armas y los duelistas, sin mirarse, volvieron a sus lugares, espalda con espalda. Otra vez la cuenta. El segundo tiro de Rojas se quedó atrapado en la recámara. Galeano tuvo todo el tiempo del mundo para disparar. Se tomó varios segundos pero falló. Rojas apenas atinó a abrir los ojos cuando sintió la detonación. El alma le volvió al cuerpo cuando se tocó el pecho y constato que estaba ileso.
Con los cuatro tiros ejecutados –en realidad tres, pero para la cuestión reglamentaria da lo mismo-, los padrinos se acercaron a sus ahijados y les reclamaron la reconciliación. Rojas se negó: “ni conciliación ni reconciliación” mientras miraba con furia al Diputado y reclamaba que su honor no había sido reivindicado porque su segundo tiro no había salido del pistolón.
Los padrinos improvisaron una rápida reunión y decidieron que se realizaran dos tiros más. Y todo volvió a empezar. Espalda con espalda, la voz del director contando al revés los 15 pasos y las detonaciones que le helaban la sangre a los presentes. El tercer tiro de Rojas, o mejor dicho el segundo, pasó a centímetros de la oreja derecha del Diputado. Galeano, otra vez tuvo la posibilidad de tirar sin oposición, pero consideró que el asunto ya estaba terminado y disparó al cielo.
Los padrinos insistieron en la reconciliación. Y ahí si Galeano perdió la compostura. Al grito de “siempre fuiste un enano de mierda, miserable y rata asquerosa” debió ser detenido por los presentes para que no se trenzara a trompadas con el Almirante, que retrocedió asustado.
Ya en el colmo de la estupidez, después del duelo, se conformó un Tribunal de Honor para atender lo ocurrido, y la sentencia inapelable fue quitarle a Galeano el título de “Caballero”.
¿Qué dijo Galeano cuando se enteró? “me importa un bledo lo que decidan esos cajetillas. Que se metan el título de caballero en el culo” y estalló en sonoras carcajadas.

Párrafos extraídos del libro “Duelos” – Mariano Hamilton

Compartir.

Dejar un comentario