viernes, 21 de marzo de 2025

Las matanzas en guerras, paz, trabajos, por pestes, plagas y hambre, fue de tal suerte que, en el plazo de 40 años una generación de indígenas, la población mapuche descendió de un millón de habitantes, aproximadamente, a 150.000 o, cuando más, 200.000 en todo el país. A lo menos 800.000 indígenas perdieron la vida en el período violento de la conquista.
Cuando el Oidor del Rey, Licenciado Egas Venegas, llega a Chile a cobrar las cuentas reales han pasado 30 años de la primera conquista. Hay un cierto Censo de Indígenas en la medida que se les cobran las rentas a los encomenderos. Se señala, por ejemplo, que en La Imperial hay 4.500 indios tributarios, hombres entre 17 y 51 años. Se señalaba que había 14.000 más que eran de guerra. En Valdivia los indios tributarios eran 12.000. Dice lo siguiente: “habiendo estado la gente de este reino, y en particular los señores de indios tan demasiadamente señores desde que se descubrió la tierra, que vivía cada uno como quería, fue necesario hacer visita general para poner las cosas en orden y poner en cuenta y razón las encomiendas de los indios desagraviándolos y eximiéndolos de muchas vejaciones que se les había hecho y se les hacía. Para lo cual distribuyeron las ciudades entre los dos Oidores, comenzando Egas Venegas por las ciudades de arriba el año de 71, entrando por La Imperial y prosiguiendo hasta Valdivia, donde puso en harto aprieto a los encomenderos haciéndoles pagar todo lo pasado; y como los desafueros habían sido tantos y de ellos tenían ya tan poca costilla, eran gran compasión ver lo que padecían, porque muchos de los Ministros como Escribanos y Alguaciles y otros semejantes apuraban tanto a los miserables por tener de donde sacar su salario, que quitaban las cobijas de las cunas de las criaturas con hartos clamores de las madres. Hallaronse en el Distrito de La Imperial 4.000 y 400 indios tributarios, que son los que pasan de 17 años y no de 51, sino los que estaban en guerra, que no llegaban a 14.000 con haber hallado cuando entraron los españoles más de 500.000 en ese Distrito. Y así mismo se habían hallado más de 200.000 en los términos de Valdivia, y los numerados en esta visita fueron poco más de 12.000; y en el día de hoy hay harto menos: tanta es la disminución que ha venido por estos desventurados indios por espacio de 30 años”.
Los Oidores del Rey saben sacar cuentas. Encuentran el desastre en el Reyno. El Licenciado Egas Venegas afortunadamente se dedicó a escribir acerca de estos hechos. Posiblemente las cifras puedan ser discutidas. 500.000 en el territorio de Imperial y 200.000 en Valdivia son muchos. Lo que sí es un dato fuerte es de la cantidad de tributarios que contabilizaban ya que este era el trabajo y oficio de los Oidores que realizaban “la visita”, como se denominaba a estas inspecciones tributarias. Un experto en demografía podría calcular la población de La Imperial al finalizar el Siglo XVI. 4.400 entre 17 y 51 años. Si se duplica esa población con niños y viejos tenemos cerca de 10.000 personas, más los 14.000 de guerra, una población de 25.000 personas. En Valdivia, se dice que quedaban 12.000. Podemos pensar que en todo Concepción y el Bio Bio, donde el impacto había sido peor aún, la población no sobrepasaría los 25.000, y en Arauco y Tucapel otro tanto, con lo que estamos en las 100.000 a 150.000 personas que van a habitar de manera relativamente estable en la Araucanía y formarán la sociedad Mapuche de los siglos siguientes.
La tierra fue quedando vacía. Lo que habían sido poblados compactos se transformaron en casas aisladas. 30 o 40 años después la imagen que nos entrega el cautivo Pineda y Bascuñan, cuando se interna en el territorio araucano, es desoladora. Cada casa se ubica lejos de otra, a grandes distancias. Las casas se encontraban escondidas en quebradas y lugares seguros.
Lo que sigue de la sociedad indígena cambia de costumbres. Deja cada vez más de ser agrícola y se transforma en trashumante.
Los indígenas han recogido sus casas desde las orillas abiertas de los ríos, han dejado abandonadas las cementeras, no siembran como antes las lomas y los cerros y se refugian en sus ganados fácilmente transportables. La sociedad indígena que resulta de la masacre es totalmente diferente a la primera, esa sociedad pasible de las veredas arboladas donde se reunían a beber, jugar a la chueca, arreglar sus asuntos de justicia, a enamorarse y hacer fiestas. No hay ya esos bebederos hermosos, esas quintas plácidas donde se pueda vivir tranquilo. Nada de lo anterior quedó. Las mujeres dejaron de usar sus aros de oro por temor a la codicia de los españoles, dejaron de usar las chaquiras de colores brillantes que tanto llamaban la atención a los primeros visitantes. Se perdió el azul con que se pintaban los rostros, con que tenían los ponchos azules caídos del cielo. Se escondieron en sus negros chamantos, se hundieron en el silencio de su música triste y acompasada.
La segunda generación de mapuches que nace en el cataclismo que aquí hemos descripto, tiene la capacidad de comprender los cambios ocurridos. Se mira en el espejo del enemigo, del huinca y aprende rápidamente sus movimientos, características y fortalezas. Esos guerreros van a crecer arriba de los caballos, se van a vestir como españoles, van a conocer las armas del enemigo, lo van a mirar de igual a igual y finalmente les darán la guerra y los vencerán. Será la venganza de los guerreros por la destrucción del paraíso.
Chile surge de una masacre, muerte y fundación se han repetido en la historia de Chile, lamentablemente. No es posible olvidar los hechos por terrible que hayan sido. No se trata de “leyenda negra”, se trata de relatar la historia, toda la historia….

Párrafos extraídos del libro “Historia de los Antiguos Mapuches del Sur – José Bengoa”

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