miércoles, 4 de diciembre de 2024

El escenario electoral a comienzo del siglo XX

Cumplida la primera década del siglo XX, después de 30 años de gobiernos del Partido Autonomista Nacional, el país se encaminaba a un cabio de régimen. De la mano del rápido crecimiento de la actividad económica experimentado por la Argentina desde comienzo del sigo, la población urbana se había expandido notablemente. La tradicional producción agropecuaria aún era el principal motor económico del país, pero la industria manufacturera, a construcción y las actividades comerciales y de servicios ganaban cada vez mayor protagonismo. En paralelo, la sociedad se transformaba: los inmigrantes que habían arribado por millones se incorporaban a la sociedad local; los trabajadores de comercios y servicios, y profesionales diversos, en tanto, delineaban los trazos de una naciente clase media. Entre los obreros industriales y de la construcción crecía la conciencia de clase a través de las ideas anarquistas y socialistas importadas de Europa. En el orden político, económico y social instaurado a partir de la asunción de Roca en 1880 había dado sus frutos: a comienzo del siglo XX, sus principales objetivos estaban en mayor o menor medida cumplidos. Luego de tantos años de luchas internas y guerras civiles, la Argentina era una nación con una economía pujante y con un ingreso por persona a la altura de prosperas naciones europeas. Pero para completar la transición a la modernidad faltaba dar un paso que los países centrales habían dado hace tiempo: la apertura democrática.

La presión social por ampliar el sistema político se incrementó desde comienzo de siglo; las revoluciones radicales, los atentados anarquistas y las huelgas obreras eran símbolos cada vez más claros de que el sistema político debía cambiar. Con la asunción de Roque Sáenz Peña en 1910 la línea reformista pasó a ocupar el sillón presidencial y acercó así un cambio en  el mecanismo electoral.

Menos de dos años después, el 10 de febrero de 1912, el Congreso sancionó la Ley General de Elecciones. Conocidas luego como Ley Sáenz Peña, instauraba en el país, más de un sigo después de la Revolución de Mayo, el voto secreto y obligatorio para todos los ciudadanos argentinos varones, mayores de 18 años. Seguramente, cuando Roque Sáenz Peña logró a sanción de la Ley, no esperaba que sucediera lo que finalmente ocurrió: la norma fue el comienzo del fin de la hegemonía conservadora y dio el primer paso para el cambio de régimen que, 4 años después, colocaría en lo más alto del poder –y por nada menos que 14 años- al partido Radical.

Las elecciones legislativas de 1912 y 1914 fueron las peleas previas a la batalla de fondo: la elección presidencial de 1916. En 1912 se celebraron las primeras elecciones nacionales bajo el amparo de la Ley Sáenz Peña. Sin embargo, en aquel año, pocos suponían lo que pronto ocurriría. El contexto económico favorecía la continuidad política: luego de 10 años de crecer a una tasa superior al 7% anual la economía Argentina se encontraba en un gran momento: después de la sequía de 1911, en 1912 el valor agregado por la producción agrícola superó por primera vez los 3.000 millones de pesos y las exportaciones perforaron la barrera de los 1.000 millones de pesos a valores corrientes. Las importaciones destinadas a satisfacer el creciente consumo de la sociedad argentina y a proveer insumos y bienes de capital a la producción local se expandían a buen ritmo. No obstante, no parecía haber riesgos en el frente externo: la balanza comercial arrojaba un holgado superávit y el gobierno utilizaba con generosidad la posibilidad de expandir el gasto público que otorgaba el financiamiento externo. Los más de trescientos mil inmigrantes ultramarinos que ingresaron en ese año al país marcarían un record histórico y eran quizás el símbolo más claro de la bonanza económica que se vivía en Argentina de comienzos de siglo. En ese marco, la economía conservadora no parecía peligrar; de hecho, su principal competidor, la Unión Cívica Radical, aún tenía un alcance territorial limitado: en las elecciones de 1912 presentó listas de Diputados en tal solo siete de los quince distritos electorales que conformaban el padrón electoral del país.

Pocos días después del 7 de abril de 1912 –día de la primera elección en la que se aplicó la nueva Ley-, con los resultados de los comicios de la mano, Roque Sáenz Peña debió sentirse orgulloso: el 48% de los votos –contando las alianzas con los múltiples partidos provinciales- parecían asegurar la supremacía oficialista luego de la incertidumbre y os debates que surgieron dentro del régimen en la implementación de la Ley. Aparentemente, aún en un entorno democrático, no había fuerza que pudiera competir con la estructura de poder construida por los sucesivos gobiernos conservadores a lo largo de los años.

El radicalismo había alcanzado casi el 20% de los votos a nivel nacional; si bien no era un resultado despreciable, la esperanza de llegar al poder central parecía lejana y hasta utópica. Esa percepción se agudizada si se consideraban los resultados por distrito: Santa Fe fue el único en el que el radicalismo logró imponerse. Si bien en la Capital Federal, Córdoba y Entre Ríos se acercó al primer puesto, aún quedaba mucho por avanzar si se aspiraba a construir una alternativa competitiva. Quizás, después de todo, la transformación del sistema político no sería tan profunda como algunos se esperaban. Parecía sensato suponer que si la economía mantenía la pujanza a la que la sociedad argentina estaba acostumbrada, era poco probable que las preferencias políticas se modificaran sustancialmente. Sin embargo, antes de las elecciones de 1914, algo comenzó a cambiar.

Si 1912 había sido un año de auge, hacia 1913 el ingreso nacional se encontraba en el mismo nivel que en el año previo: la actividad económica dejó de crecer como consecuencia del cambio en las condiciones financieras internacionales que tuvieron un impacto negativo en la economía local. Si bien el escenario todavía no preocupaba a los gobernantes, el hecho era que la maquinaria económica no estaba funcionando bien. ¿Era una adversidad transitoria? La respuesta iba a ser negativa. Poco después se presentaron signos claros de retracción económica, y en ese contexto se celebraron las segundas elecciones nacionales desde la apertura democrática. Una de cada tres de las 595.515 personas que votaron en 1914 eligió el partido radical. Si bien en los números finales nuevamente los conservadores se ubicaron en el primer lugar, la distancia se redujo, la UCR obtuvo el 33% y el oficialismo el 39%. Pero en vista de las elecciones presidenciales que se aproximaban había otros hechos aún más relevantes: el radicalismo quedó a penas detrás del partido conservador en el recuento de votos en la Provincia de Buenos Aires, principal distrito electoral del país y extendió su presencia a otras provincias. La importancia del crecimiento radical en Buenos Aires no era un dato menor si se tenía en cuanta que esta provincia era al mismo tiempo el principal bastión del poder conservador.

Párrafos extraídos del libro: “E Eslabón Perdido” – Pablo Gerchunoff

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