sábado, 27 de julio de 2024

La promesa electoral de romper con el régimen comunista, principal apoyo de la economía argentina, se vuelve contra el presidente electo, mientras medita cancelar el ingreso en los Brics.

«La única verdad es la realidad». El recurso al apotegma aristotélico emparenta a Juan Domingo Perón con Mao Zedong, figuras primordiales en la historia moderna de Argentina y China. Una coincidencia oportuna. Ahora que la verdad de Javier Milei está a punto de salir al encuentro del mundo, pocos frentes pondrán a prueba su credibilidad como su postura ante el gigante asiático. Antes de cambiar los platós televisivos por la Casa Rosada, el hoy presidente electo prometió sacudir la geopolítica global con una demolición.

Las palabras del entonces candidato no ofrecían resquicio alguno a la duda. «Nuestros ejes fundamentales [en política internacional] son el libre comercio, la paz, la libertad y alinearnos con Occidente, donde los máximos referentes para nosotros son Estados Unidos e Israel. [En cuanto a China] Serán socios comerciales del sector privado. Nosotros no hacemos pactos con comunistas», afirmaba en agosto durante una entrevista con Bloomberg, interceptando las preguntas balbuceantes del periodista. «Yo no promovería la relación con comunistas. Ni con Cuba, ni con Venezuela, ni con Corea del Norte, ni con Nicaragua, ni con China». Dos días antes, en ‘La Nación’, zanjaba la cuestión con un golpe en la mesa. «¡Mis aliados son Estados Unidos e Israel!». Acto seguido, adelantaba su voluntad de trasladar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, tal y como hiciera Donald Trump. «Está claro, ¿no?», planteaba Milei, jactancioso. «Como señal es muy clara».

Hace falta claridad, en efecto, para enunciar lo que de otro modo sería tomado por delirio: cercenar la relación de Argentina con la potencia emergente y su segundo socio comercial. En los últimos años ambos gobiernos han profundizado unos lazos de por sí vastos. «Para China, Argentina es un socio fundamental en la región por la complementariedad de sus economías, la asistencia financiera, la inversión en infraestructura y la importancia geopolítica», esboza Juan Pablo Cardenal, investigador y coautor del libro ‘La silenciosa conquista china’ (Crítica, 2011), un aclamado estudio sobre la presencia del régimen en veinticinco países del mundo en desarrollo.

Lucrativo desequilibrio
La soja y la carne de vacuno representan dos tercios de todo lo que Argentina vende a China. Allí acabaron el 92 y el 57% de las exportaciones argentinas de una y otra mercancía el año pasado. Ambas van acompañadas, cada vez más, del litio, cuyas partidas saltaron un 253% en 2022. Argentina posee la cuarta reserva mundial de este alcalino, esencial para el sector de energías alternativas que las empresas chinas lideran. «Este patrón consolida un modelo exportador primario con poco valor añadido. De hecho, muchas materias primas acaban siendo reenviadas de vuelta como productos terminados», apunta Cardenal

Piscinas de salmuera utilizadas para extraer litio junto a un campamento minero de litio en el Salar del Rincón, en Salta.

A lo largo de la última década, las remesas procedentes de China han pasado de una vigésima parte a un quinto en el cómputo total de importaciones argentinas. Así, a pesar de sus pujantes exportaciones, Argentina compra a China más del doble de lo que le vende: unos 15.600 millones de euros frente a 7.300, tendencia que genera un marcado déficit comercial en máximos históricos. La distancia respecto al primer socio, Brasil -a quien Milei también ha criticado en campaña- mengua con rapidez: brasileños y chinos se reparten hoy el 17 y el 15% del comercio bilateral argentino.

Asimismo, la crisis económica recrudece la vulnerabilidad de Argentina. Ante una asfixiante deuda que obstruye la financiación en mercados globales, China ha tendido una vía de respiración asistida en forma de acuerdo para la permuta de divisas. Esta línea de crédito resulta vital para un país en quiebra técnica, con una hiperinflación superior al 140%, una moneda depauperada y reservas internacionales en mínimos. «China se ha convertido en el principal apoyo para arreglar la situación de la deuda», señala Tang Xiaoyang, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Tsinghua especializado la cooperación con en países en vías de desarrollo. «Gracias a la permuta de divisas Argentina ha podido devolver en yuanes préstamos del Fondo Monetario Internacional».

La Patagonia china
En junio, durante un viaje a Pekín del por entonces ministro de Economía y luego contrincante en las urnas de Milei, Sergio Massa, China y Argentina acordaron renovar y expandir el acuerdo inicial con otros 130.000 millones de yuanes -casi 17.000 millones de euros-. Dicha suma evitó que Argentina entrara en impago por segunda vez en un mes y décima en su historia. Los términos del pacto, sin embargo, constituyen un secreto. A la conclusión de su visita, Massa bromeó ante los medios con «la fundación de la República de Argenchina».

Si tal lugar existiera, su capital bien podría estar en la provincia del Neuquén. Allí se encuentra la Estación del Espacio Lejano, un recinto que el Ejército Popular de Liberación, las fuerzas armadas chinas, operan de manera autónoma desde 2017, amparadas en una cesión a cincuenta años otorgada por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. «China siempre se cobra políticamente sus préstamos. En ese sentido, la estación es simbólica porque el programa espacial chino no es civil sino militar, por lo que su uso es potencialmente dual», explica Cardenal. «En la práctica, es un trozo de China dentro de Argentina».

El gigante asiático también ha planificado o iniciado muchos otros proyectos de infraestructura con alto valor estratégico, en particular tras la incorporación de Argentina a la Nueva Ruta de la Seda en febrero de 2022. Destacan entre ellos la central nuclear de Atucha III en Lima, el complejo hidroeléctrico de Santa Cruz y el puerto de aguas profundas en Tierra del Fuego, la puerta de entrada a la Antártida.

La aguda intervención del régimen chino junto al secretismo del Gobierno argentino ha despertado la alarma en sectores de la sociedad civil. «Argentina es uno de los países del hemisferio occidental en donde el Estado-partido chino ha penetrado con mayor fuerza desde un punto de vista económico, diplomático y político. […] La mayoría de los flancos desde los cuales China ha aumentado su presencia en territorio argentino, implican riesgos para la seguridad y la soberanía no solo de Argentina, sino de toda la región», denunciaba en octubre un informe titulado ‘China en Argentina: Un caso de neocolonialismo en desarrollo’, realizado por el analista Ricardo Ferrer Picado para el centro de investigación centroamericano Expediente Abierto. «Las conclusiones de este estudio apuntan a considerar la cuestión china como un problema de primer orden para el próximo gobierno de Argentina (2024-2028)».

Factor Macri
Entra en escena Milei. Después de su victoria, el ultraliberal ha rebajado el tono de los improperios lanzados en todas direcciones, también hacia China. Para muestra, su amable respuesta a la congratulación remitida desde Pekín. «Agradezco al Presidente Xi Jinping las felicitaciones y los buenos deseos que me ha hecho llegar a través de su carta. Le envío mis más sinceros deseos de bienestar para el pueblo de China», publicó en redes sociales junto a una traducción de la misiva. «Atribuyo alta importancia al desarrollo del vínculo sino-argentino, y estoy dispuesto a trabajar junto con usted para continuar la amistad entre ambos países», escribía en ella el líder chino.

Fuentes gubernamentales argentinas describen, tras la inquietud inicial, una sensación de calma ante los gestos conciliadores de Milei. Mitiga asimismo el sobresalto el hecho de que personas próximas al expresidente Mauricio Macri estén ocupando puestos de alta responsabilidad en materia de política exterior. También, de nuevo, hacia China. Según ha podido saber ABC, todo apunta a que Diego Guelar, un veterano de la diplomacia argentina, encabezará la representación en la capital china como ya hiciera durante el mandato de Macri entre 2015 y 2019.

Este sustituirá en el cargo a Sabino Vaca Narvaja, vástago de un histórico líder de Montoneros -organización guerrillera peronista- y unido por lazos familiares al clan Kirchner. El embajador saliente, de alto perfil político, ganó notoriedad cuando al término de una reunión entre Xi y el todavía presidente Alberto Fernández, entonó ante el líder chino los versos de una popular canción revolucionaria, «Meiyou Gongchandang jiu meiyou Xin Zhongzuo» -«Sin el Partido Comunista no hay Nueva China»-, para deleite de la propaganda estatal y estupor de la comunidad diplomática occidental.

La etapa de Macri contiene un precedente revelador ante la perspectiva de reconsiderar, en mayor o menor medida, los vínculos de Argentina con China. Cuando el expresidente trató de cancelar la construcción de las represas Cepernic y Kirchner en Santa Cruz, acordadas por -el nombre no responde a la casualidad- su predecesora, Cristina Fernández, el régimen amenazó con activar una cláusula de ‘cross-default’ que permitiría interrumpir de manera unilateral otras inversiones o líneas de crédito. En última instancia, ambas partes acordaron una reforma cosmética del proyecto.

Los hechos, por tanto, empujan a rebajar las expectativas generadas por la posición maximalista de Milei. El presidente electo, maniatado por los compromisos previos, la debilidad económica, su ambicioso programa y hasta el sentido común, podría no obstante tratar de recortar la influencia china dentro de su exiguo margen de acción. Nada calibrará dicha voluntad como su respuesta definitiva ante la convenida incorporación de Argentina a los Brics, la cual debería hacerse oficial con el año nuevo.

Cambio de posición
Pese a que tras los comicios arreciaron las conjeturas sobre una supuesta «participación de muy baja intensidad», la futura ministra de Exteriores, Diana Mondino, tuiteó la semana pasada un mensaje tan escueto como contundente: «No ingresaremos en los Brics». Plantar al organismo, impulsado como alternativa a la cosmovisión occidental que propugna el G-7, consumaría el cambio de posición de Argentina y la pérdida de un aliado clave para China en el continente.

La respuesta a semejante agravio supondría una segunda incógnita a despejar. En el pasado, el régimen ha contragolpeado furibundo ante maniobras interpretadas como desafíos, véase las sanciones a Lituania y Australia; aunque también ha optado por ignorar a mandatarios extranjeros molestos, por ejemplo el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, para no tensionar una relación bilateral sólida más allá del turnismo democrático y sus vaivenes. De momento, el Ministerio de Exteriores chino se ha limitado a advertir que «romper relaciones sería un grave error».

«La economía es la principal política», sentencia Tang. «La influencia es consecuencia de lazos crecientes, que solo responden a una lógica mercantil». Por eso, cree que Argentina ingresará en los Brics. «No hacerlo sería una gran pérdida para Argentina». «China y el equipo de Milei ya han tenido contactos», añade. «El Ministerio de Exteriores chino es cuidadoso, pero no pesimista. Todo el mundo sabe lo que [Milei] dijo, pero nadie está seguro de lo que hará». La realidad dictaminará, y lo hará pronto, qué verdad aguarda a Argentina, a China, y al propio Milei.

Fuente ABC

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