El estallido del Covid-19 cumplirá oficialmente tres años el 30 de enero, momento en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la enfermedad respiratoria como una emergencia de salud pública de importancia internacional. Pero el aniversario de este mes ofrece poco que celebrar tras el caótico y abrupto paso de China del Covid cero al Covid total.
Beijing ha reducido drásticamente los tests, desechado el rastreo de contactos y está eliminando la mayoría de los requisitos de cuarentena; algunas regiones permiten ahora que las personas infectadas con síntomas leves o sin síntomas vayan a trabajar. De este modo, el virus puede circular sin ser observado en una sexta parte de la población mundial, justo cuando el resto del planeta pide a gritos que se restablezca la normalidad.
A medida que se acerca el tercer año del brote, entre informes de hospitales desbordados en China y nuevas restricciones a los pasajeros aéreos, y con las vacaciones del año nuevo chino a la vuelta de la esquina, la pandemia parece más familiar y menos predecible que nunca.
China ha hecho bien en abandonar su inhumana e inviable política de Covid cero, pero lo ha hecho desde una posición de relativa debilidad. Una tasa de vacunación del 90% enmascara la realidad de que sus vacunas nacionales son menos eficaces que las de ARNm utilizadas ampliamente en otros lugares, y que alrededor del 30% de los 260 millones de personas mayores de 60 años del país (y más de la mitad de los mayores de 80) no han recibido una tercera dosis. Estos factores han dado lugar a previsiones escalofriantes que podrían alcanzar hasta 1,7 millón de muertes para fines de abril, y han llevado a la Unión Europea a ofrecer gratuitamente vacunas a China.
Resulta revelador que China haya modificado recientemente su forma de contabilizar las muertes por Covid, incluyendo en el recuento sólo a los fallecidos directamente por insuficiencia respiratoria y neumonía. La cifra oficial de muertos por Covid en todo el país en diciembre parecía ascender a la inviable cifra de 14 fallecidos. Aunque las autoridades chinas estimaron en privado casi 37 millones de nuevas infecciones el 20 de diciembre, no se han notificado nuevos casos desde el 23 de diciembre. La situación es muy diferente a la del año pasado, cuando se debatió seriamente si la OMS debía declarar el fin de la emergencia por Covid.
Dejando a un lado la tragedia nacional, una pregunta para el resto del mundo en 2023 es si la transmisión descontrolada en China dará lugar a una nueva variante capaz de eludir la inmunidad producida por las vacunas existentes. Algunas variantes pueden provocar nuevas olas de infección, como ocurrió a fines de 2021 cuando Delta fue desplazada por Ómicron. Esto provocó brotes de Ómicron en todo el mundo en 2022 y aceleró la reformulación de las vacunas.
Los datos indican que las dos cepas más comunes que circulan actualmente en China son subvariantes de Ómicron descendientes de BA5, la cepa que asoló Estados Unidos y Europa el año pasado. Los científicos, en particular los que forman parte del grupo de asesoramiento técnico de la OMS sobre la evolución del Sars-Cov-2, están ahora a la búsqueda de ‘pi’, la posible sucesora de Ómicron.
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Lo que importa es si las nuevas variantes son capaces de propagarse con más facilidad o de enfermar más (o ambas cosas), lo que merecería la designación de «variante preocupante». El profesor Eddie Holmes, biólogo evolutivo de la Universidad de Sidney que ayudó a sus colegas chinos a compartir el genoma de la cepa original de Wuhan a principios de 2020, especuló que la baja transmisión del Covid hasta la fecha en China ofrecía menos presión para que el virus evolucionara, limitando las posibilidades de que surgiera una variante peligrosa en la región.
«Mi opinión es que el Sars-Cov-2 en China tiene un objetivo abierto por delante: una población con niveles muy bajos de inmunidad permanente», me dijo, sugiriendo que lo más probable es que las variantes dominantes en el país sean las que se afianzaron al principio del brote. «No me parece obvio que vaya a haber una fuerte selección inmunitaria de variantes antigénicamente distintas porque muy poca población [en China] tiene inmunidad previa». Las poblaciones con una inmunidad mayor pero menguante, escribió Holmes, tenían más probabilidades de ser fuentes de nuevas variantes, añadiendo que «es notable que XBB 1.5 se detectara por primera vez en EE.UU.»