martes, 11 de febrero de 2025

Derwena se levanta temprano, los días de febrero son propicios para disfrutar del mar y la playa en Rada Tilly. Se prepara junto a sus dos hijas, de 12 y 6 años, que invitan al vecinito y también a su hermano.

Es el domingo 15 de febrero de 1953, hay alegría en toda la comunidad, es tiempo de carnaval y los bailes invitan al festejo. Pero eso es a la noche. Derwena prepara los canastos con unos sándwiches y refrescos para las chicas y el vecinito, y van a la estación de trenes: “Lo llenaban tanto, los chicos subieron y yo no se podía subir, le dije al guardia, ‘bájeme, las chicas no ven…’. Y me contestó, ‘cuide mejor a sus chicas’ y se fueron”.

Ella regresa cabizbaja a la casa, todavía no sospecha lo que sucederá a la tarde. Las chicas tampoco. La mayor se hace cargo del trío y bajan a la playa. “Nos mojamos, nos comimos todo lo que habíamos llevado y fuimos a esperar el trencito. Esperamos y esperamos. Y como no venía ni había nadie esperando, pensamos que lo habíamos perdido. Y nos largamos a caminar por la vía”.

Derwena se sobresalta con la noticia: “El trencito descarriló en la curva. Hay muertos y muchos heridos”. Deja lo que está haciendo en la casa y sale corriendo, con el corazón en la boca y el alma en cada paso que da por sus vías. “Mis hijas, mis hijas”, repite.

Antes de llegar al lugar del accidente la detiene un vigilante. “Mis hijas, le digo y me contesta, ‘señora quédese tranquila, yo conozco a las chicas y no estaban en el tren’. Yo preguntaba si ella era el que venía o el que iba y me dijo al revés. Me lo dijo para que me quedara tranquila, pero no me dejaron pasar. Yo le pregunté a toda la gente que cruzaba si iba, habían visto a las chicas y nadie sabía nada. Todos se lamentaban el accidente. Decían que había muchos muertos, pero de las chicas nadie daba noticias”.

Las hermanas y el vecinito no saben. “Nos cruzamos con una persona y nos dijo que el trencito se había caído, nosotros llegamos al lugar, pero ya no había nada. Eso sí, canastos, papeles, ropa tirada, pero no creíamos que había muerto gente, tanta gente”.

¡Oh, Dios mío! Mi hermano se despertó de la siesta. Él iba a ir con nosotros, pero se había quedado dormido y pensó que nosotros estábamos en el accidente. Salió corriendo, fue al hospital a reconocer los cadáveres y nos buscaba a nosotros.

El diario El Rivadavia, del 16 de febrero de 1953, en un boletín especial informa el vuelco del coche motor en Punta Piedra. Dice que marchaba a excesiva velocidad y en la curva se produce el accidente. El coche con capacidad para 48 personas trasladaba 75. Ahí mismo mueren 23 personas, los heridos son trasladados al hospital en camiones, chatas. En el Hospital reina el desasosiego, los muertos se amontonan a un costado, familiares afligidos buscan a sus parientes. En el operativo de rescate se produce un nuevo accidente cuando la grúa encargada de levantar la máquina se desprende y aumenta el número de víctimas.

El motorman es apresado y posteriormente juzgado, es el responsable del accidente que tiene como saldo 36 muertos. Se declaran días de duelo en todo el territorio de la gobernación de Chubut, se suspenden los corzos y todos los bailes de carnaval. La comunidad acongojada participa del sepelio colectivo.

El accidente del trencito es un hecho imborrable para la ciudad y los que crecieron sin escuchar los silbatos del tren apenas pueden imaginarse tamaña tragedia.

Extraído del libro “Crónicas del Centenario” editado por Diario Crónica en 2001

Compartir.

Dejar un comentario