miércoles, 4 de diciembre de 2024
Voluntarios trabajan en la limpieza de escombros en Zaporiyia

Del miedo a la ira. En las calles de Zaporiyia se puede observar a gente que de vez en cuando se para a fotografiar los escombros de los edificios derruidos con lágrimas en los ojos y envía las imágenes a familiares y amigos que se han marchado de la ciudad por la guerra. Otros, en cambio, optan por mirar furtivamente la escena y acelerar inmediatamente el paso. Ante estas escenas se puede pensar que el ataque a las ciudades está teniendo el efecto deseado por Putin, que es debilitar la moral del enemigo. Sin embargo, al hablar con los habitantes, comprobamos hasta qué punto el chantaje del terror tiene un efecto boomerang: lo que quieren es dañar -e incluso eliminar por completo- los planes de Putin.

“Los periodistas también creíamos que el trauma de los bombardeos prevalecería. Pero no fue así: después de casi ocho meses de guerra, el sentimiento de identidad nacional se ha hecho mucho más fuerte”, dice Olga Lebedeva, redactora jefa del canal de televisión privado regional ‘Alex Tv’. Y explica: “Hay que recordar que la región de Zaporiyia hasta Melitopol y, en general, las zonas rurales del centro y el sur de Ucrania están gravemente diezmadas por la gran hambruna”. Recuerda al Holodomor, la durísima represión ordenada por Stalin entre 1932-33 para castigar a los ucranianos que se oponían a los programas de colectivización forzosa.

“Millones de personas murieron y el régimen comunista reubicó a miles de sus ciudadanos en estas tierras. Fue la rusificación de Ucrania, hasta el punto de que aún hoy la mayoría de nosotros somos hijos de familias rusas. Yo misma tengo varios parientes que viven en Rusia, por ejemplo la madre de mi marido. Sin embargo, desde el comienzo de la invasión, el 24 de febrero, la gran mayoría se ha ‘re-ucranianizado’, ha renegado de sus raíces rusas, hasta el punto de cultivar un orgulloso sentimiento de separación. Putin ha desmontado sin querer la gran operación de ingeniería social construida en tiempos de Stalin: gracias a él, Zaporiyia ha vuelto a ser ucraniana”, sentencia Lebedeva.

Así lo demuestran también las palabras de Irina Timofeieva, una abogada con la que nos reunimos frente a los restos de su piso devastado por los misiles que cayeron en la madrugada de este lunes. “Me salvé por pura suerte, ya que unos diez vecinos perdieron la vida en mi edificio. Esa noche había decidido pasar la noche en Dnipro, donde trabajo”, dice. Su inquietud por el peligro al que está expuesta dura sólo un momento, y luego añade: “Putin es un asesino. Pero no puede hacerlo, seremos nosotros los que nos desharemos de él. Ganaremos porque somos más fuertes y más decididos. Zelenski lucha como un león. Y al final Putin se verá obligado a poner fin a esta guerra que sólo él quería”.

Etyana y su marido observan los destrozos de su casa tras un bombardeo

Al salir de la zona de los escombros, llegan noticias de nuevos bombardeos. En la ciudad de Avdiivka, en el Donbás, han atacado un mercado: siete muertos y ocho heridos. La misma zona de Zaporiyia fue bombardeada anoche al menos siete veces.

Los medios de comunicación locales repiten que las represalias rusas se dirigen ahora principalmente a los civiles, lo que parece confirmarse con los hechos sobre el terreno. Sin embargo, Vladimir Marchuk, portavoz del municipio, ofrece otra versión interesante: “Hay que tener siempre en cuenta que estamos en guerra y que nuestro ejército, por razones obvias, no revela que haya soldados muertos, ni siquiera qué objetivos militares fueron alcanzados. Pero somos conscientes de que no sólo hay víctimas civiles”.

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