jueves, 23 de enero de 2025
Parte del equipo a las órdenes del coronel Jorge Edgard Leal, jefe del Grupo de Asalto.

Junto a la acción desplegada por la Armada Argentina en los mares australes aparecerá muy pronto la del Ejército para contribuir al mantenimiento de la soberanía argentina en su Sector e iniciar la penetración en el continente antártico. En esa tarea inicial se destacó la figura del coronel Hernán Pujato. Después de superar innumerables dificultades pudo establecer la base General San Martín, la primera al sur del Círculo polar, en el islote Bary, el 21 de marzo de 1951.

Pero eso constituía para Pujato sólo el primer paso, porque su intención desde el comienzo era llegar hasta el polo sur, a través del continente, para fijar la bandera nacional en el punto más austral de la República. Esta expedición debió ser postergada varias veces por distintas circunstancias. Finalmente la realizó el coronel Leal en 1965.

El teniente coronel Jorge Leal inició su actividad antártica como fundador y primer jefe de la base militar Esperanza en 1953 al frente de la cual permanecerá un año. A comienzos de 1962 propuso al Jefe del Estado Mayor del Ejército la realización de “una penetración de carácter exploratorio-científico hasta el Polo Sur, con la misión primordial de asegurar de esa manera ante el mundo, nuestros soberanos derechos con una demostración de la capacidad argentina para accionar en la totalidad de su territorio” (Informe de la OPERACIÓN 90).

Aprobada la idea fue encomendada su ejecución al coronel Leal. A fin de mantener la mayor reserva en el orden internacional la misión fue llamada OPERACIÓN 90. Como base de operaciones fue elegida la Belgrano.

La primera expedición terrestre argentina al Polo Sur fue cuidadosamente preparada en todos sus detalles; el personal fue prolijamente seleccionado; los vehículos que se utilizarían fueron especialmente acondicionados para la difícil tarea; eran tractores snow-cat traídos de Estados Unidos.

El 24 de octubre de 1965 partió la primera patrulla; dos días después lo hacía el resto. Al frente, en el Salta (uno de los tractores llamado así en homenaje de su provincia natal) sobre el que flameaba la bandera argentina iba el coronel Leal.

El 10 de diciembre tras superar dificultades de toda índole se encontraron frente a la base polar norteamericana Amundsen-Scott. Descendieron de sus vehículos y se estrecharon en fuertes y prolongados abrazos: habían alcanzado la meta prefijada. “Las lágrimas asoman, viriles y con insólita desvergüenza, en los ojos de los diez hombres que están viviendo los momentos más emocionantes de sus vidas”, escribe el jefe de la expedición.

Después de los abrazos, vivas y felicitaciones, el coronel Leal siguiendo un impulso emocional sacó del Salta la bandera argentina que había recorrido 1.450 kilómetros sobre el hielo y nieve antárticos y la clavó en el punto exacto que marca el Polo Sur. Eran los primeros argentinos en llegar hasta allí por tierra; habían cumplido su misión: estaban en el límite austral de la Patria. “¡Ahora podemos decir que el territorio que reclamamos como nuestro lo hacemos basándonos no solamente en razones jurídicas, geográficas o históricas, sino porque tenemos la capacidad suficiente para movernos en él como debe hacerlo quien es su dueño! ¡Desde La Quiaca hasta el Polo se extiende la Patria, porque los argentinos la han reconocido y recorrido en toda su extensión!”, anotó Leal en su informe.

Inmediatamente comunican por radio la noticia a la Base Belgrano y al Comando en Jefe del Ejército, luego pasaron a la base norteamericana donde fueron cordialmente atendidos: saborearon comida fresca, disfrutaron de un baño caliente y durmieron sobre colchón entre sábanas.

Tras un prolongado descanso se dispusieron a cumplir con una ceremonia trascendental: tomaron el mástil que habían llevado exprofeso, lo armaron y emplazaron sobre el Polo Sur. Los diez hombres integrantes de la Primera Expedición Terrestre Argentina al Polo, en correcta formación acompañaron al coronel Leal en el acto de llevar lentamente la bandera nacional que flameara en el Salta hasta el tope del mástil. Con profunda emoción cantaron luego el himno nacional con los ojos fijos en la bandera.

Varios días dedicaron para reparar los trineos y vehículos a fin de ponerlos en condiciones de emprender el largo regreso. El 15 de diciembre con la presencia del Jefe de la base norteamericana, teniente de Navío médico William R. Griffin, cumplieron una sencilla ceremonia de despedida. El coronel Leal arrió la bandera para volver a colocarla en el Salta y en su lugar enarboló otra donada expresamente para ese fin por la Asociación Antártica Argentina, que quedó flameando en el extremo confín de la República. Se despidieron de los norteamericanos y emprendieron el regreso.

El día de Navidad se encontraron con sus compañeros de la Base Sobral. El último día del año 1965 llegaron a la base Belgrano: “Habíamos recorrido 2.900 kilómetros y transcurrido 65 días desde el momento en que -desde ese mismo lugar- iniciamos nuestra marcha con la fe puesta en Dios y la mente y el corazón en la soñada meta: el Polo Sur, límite austral de la Patria” (Informe del coronel Leal)

Fragmento del libro Patagonia Azul y Blanca, de Clemente Dunrauf.

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