miércoles, 4 de diciembre de 2024

Cuando la Semana Santa ya sobrevuela en el horizonte recuperamos una entrevista realizada a Antonio Piñero (Chipiona, 1941), uno de los mayores expertos en la figura de Jesús de Nazaret, sobre los aspectos históricos del Nuevo Testamento y el mundo que rodeaba a sus protagonistas. Un catedrático emérito de filología griega de la Universidad Complutense de Madrid capaz de recitar sin pestañear pasajes enteros de la Biblia.

 

Bautismo de Cristo, pintura de Piero della Francesca

–¿Cómo se puede definir a Jesús de Nazaret y su vida desde un punto de vista estrictamente histórico?

–Jesús es un artesano de la clase media-baja de Galilea, maestro de la ley, exorcista, sanador, proclamador de la venida del Reino de Dios, profeta y, al final de su vida, probablemente él mismo se proclamó Mesías. Fue un maestro de la ley fracasado porque no consiguió convencer de su mensaje a sus contemporáneos, ni en Galilea ni en Jerusalén.

–¿En qué se desvió de las doctrinas judías de la época?

–No quería romper con el Judaísmo. Se desvía como lo hicieron los antiguos profetas de la sociedad de la época, porque Jesús era un elemento supercrítico con su sociedad. Pero no se desvía ni en lo religioso ni siquiera en lo político del pueblo judío, que aspiraba a que los romanos fueran derrotados por las legiones de ángeles encabezadas por Dios. Ellos sabían que estaban en inferioridad militar, pero esperaban que, si alguien iniciaba la lucha contra los romanos, Dios les apoyaría.

–¿Era un nuevo Moisés?

–Hasta cierto punto sí, pero algo más pequeño. La idea de Jesús como un nuevo Moisés es algo que luego predican los evangelistas. Y, puestos a hablar del Antiguo Testamento, yo trazaría un paralelismo con la figura del juez bíblico Gedeón, el cual significa «Guerrero poderoso», que encabezó una lucha armada contra amalecitas y madianitas con la ayuda de Dios. El Reino de Dios que debe traer el Mesías es el final de la opresión romana. Jesús estaba convencido de que este Reino de Dios no iba a venir por manos humanas, sino por la intervención divina.

–También hay quien ha querido ver la importancia de la influencia clásica en la doctrina de Jesucristo. ¿Conocía el griego o estuvo expuesto a la cultura helenística?

–Los propios judíos llamaban Galilea de los gentiles porque estaba llena de griegos. Él no era inmune a esta influencia, aunque su formación era profundamente judía. Como artesano de la madera que era, capaz de construir casas y no solamente muebles, es muy probable que aprendiera griego para expandir su negocio. En el Evangelio de San Juan, se insinúa dos ocasiones que Jesús sabía griego. Lo cual no significa que estuviera influenciado en su concepto religioso por la mentalidad helenística. Su religión era completamente judía, sin influencias externas.

Expulsión de los mercaderes del templo, según la interpretación de Giotto (siglos xiii-xiv).

–De la infancia y de la juventud de Jesús no tenemos apenas datos históricos. De su salto a predicar, el Evangelio de Marcos afirma que su familia pensaba que Jesús estaba «fuera de sí», que estaba enajenado.

–Jesús se lanza a predicar de una forma autónoma después de la muerte de El Bautista. De alguna manera recibió la antorcha de su mentor (o maestro) Juan Bautista, solo hay que observar que el marco mental de sus discursos es el mismo. No obstante, la familia de Jesús pensó originalmente que estaba enajenado, el Evangelio de San Marcos en concreto lo describe como «fuera de sí» (de la misma raíz que da en castellano «éxtasis»). Los familiares no creían en Jesús, pero era algo natural porque probablemente tuvo que abandonar un negocio que era próspero. Su madre debió quedar muy sorprendida. ¿Y cómo una mujer, María, a la que el Arcángel Gabriel le ha contado un embarazo maravilloso luego va a decir que su hijo estaba fuera de sí? Es evidente que hay historias teológicas que se han pegado posteriormente, sobre todo en relación a la infancia de Jesús, y que el estudio detallado de los Evangelios desprende datos de esta biografía oculta.

–A Juan Bautista usted lo ha definido en sus trabajos como el mentor de Jesucristo. ¿Cree que él reconocía a Jesús como el Mesías?

–Aunque el Evangelio de Lucas lo indica claramente, no podemos demostrar que Juan Bautista fuera familiar de Jesús desde un punto de vista histórico, posiblemente es un añadido teológico. Él pudo pensar que era hijo de Dios en un sentido judío, como un profeta intensamente relacionado con Dios. Por eso hay que matizar que, si un personaje de la época de Jesús llama a alguien hijo de Dios, no lo hace cómo lo puedan pensar los griegos, de una forma física. Un hijo de Dios en Israel es alguien que tiene un especial contacto con la divinidad. Por ejemplo, un profeta, un sumo sacerdote o un rey. En el tiempo de Jesús ya no había rey, así que el Mesías era una mezcla de todos estos.

–Es un tema del que escribió largo y tendido en ‘Jesús y las mujeres’ (Editorial Trotta, 2014): ¿Por qué no tiene ninguna base histórica que hubiera alguna relación entre Jesús y María Magdalena?

–Toda la información que ha llegado a nuestros días sobre Jesús y María Magdalena antes de la Crucifixión son dos breves versículos del capítulo ocho del Evangelio de Lucas que dice: «Había muchas mujeres que desde Galilea seguía a Jesús y le ayudaban con sus dineros. Entre ellas estaba María Magdalena, de la que Jesús había expulsado siete demonios…» ¿Qué puede sacar un historiador de ahí? Era una de un montón de mujeres, que, además, estaba gravemente enferma. Una enfermedad corriente está causada por un demonio; una de muchos demonios debía ser una epilepsia por lo menos.

–Quizás lo que mantenga vivo el asunto sea lo extraño a ojos actuales de que Jesús, a diferencia de alguno de sus apóstoles, no se casara ni tuviera descendientes. ¿Era algo habitual?

–¿Qué les hubiera importado a los evangelistas, que hablan con toda tranquilidad de los hermanos de Jesús y las esposas de algunos apóstoles, mencionar el asunto si fuera cierto? Hubiera sido más fácil para el relato decir que, como Pedro que había dejado todo por el Reino de Dios, Jesús había dejado su familia para predicar. Como historiador no puede asegurar cuál era su condición civil, pero puedo exponer que en su vida pública nunca fue acompañado de una fémina. El profeta Jeremías, el ídolo de los reformistas, era soltero, y los esenios, tenidos por hombres muy piadosos, la mayoría eran solteros. Es algo que se dice por total desconocimiento del Israel del siglo I.

¿Caló en la sociedad judía la reforma de Jesús?

–Tuvo cierta relevancia. Pongamos que captó al 10 o 15% de la población, pero desde luego en Jerusalén no era un personaje popular. En las expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén es fácil entender que no cosechara muchas simpatías en algunos sectores. Jesús alcanzó su mayor índice de violencia en ese episodio y fue una acción que le pudo costar la vida. Desplegó un tipo de violencia profética, donde anunció la purificación del templo: la destrucción y reconstrucción de la edificación a manos de Dios. Los artesanos, mercaderes y comerciantes que vivían en torno al templo no tenían ninguna disposición a un cambio de estatus como el profetizado.

–Jesús de Nazaret terminó siendo condenado a la cruz por sedición contra Roma, pero previamente es juzgado por los sacerdotes hebreos. ¿Qué le hizo tan peligroso respecto a otros profetas y predicadores?

–Hay una discusión histórica a propósito de eso. Es muy probable que los judíos tuvieran poco que ver con la muerte de Jesús. Un proceso judío como el narrado en los Evangelios no sigue para nada las normas legales habituales en un juicio de este tipo. Así y todo, los evangelistas nunca inventan nada porque sí. El Evangelio de Juan, poco después de la resurrección de Lázaro, narra una reunión en casa de Caifás con todo el Sanedrín. Caifás alerta en este relato de la cantidad de gente que concentra Jesús y de la posibilidad de que su movimiento derive en una revolución contra los romanos que acabaría costando miles de muertos a las filas judías. «Es bueno que uno muera por el pueblo, y no que mueran tantos de la nación», afirma en la frase más recordada del Sumo Sacerdote judío. Si hubo un juicio contra Jesús es más posible que respondiera a las características de este relato y no a un proceso legal en firme.

–Para quienes no conocen ese contexto, la pregunta más habitual suele ser: ¿Por qué mataron a un personaje que predicaba el amor?

–Jesús no es un personaje blandito. Es un personaje duro, que se juega la vida, que tiene que huir continuamente de la «policía», que tiene que alimentar a un pequeño grupo de seguidores, los cuales viven de la caridad pública, y que se juega el pellejo. Luego los Evangelios, sobre todo los de Mateo y Lucas, pintan a un Jesús manso de corazón , pero eso es una reinterpretación posterior.

–¿Y en qué momento llama la atención de los romanos?

–La gente no sabe que, aunque en Judea eran más de manga ancha, en Roma «la Lex Julia de collegiis» impedía que más de diez personas se juntaran sin permiso de las autoridades. Imagínate cuando Jesús empieza a concentrar a grandes grupos de gente. La preocupación de los romanos demuestra que el movimiento estaba teniendo cierta repercusión.

–Judas es uno de los malos de esta historia y, sin embargo, su traición a Jesús parece más teatral que efectiva. Se dice que era el tesorero del grupo y que había robado anteriormente dinero, pero no se conocen muchos más datos previos a la traición.

–Judas es posiblemente una figura mítica. Hubo algún traidor en el grupo, pero la figura pudo ser pintada con trazos más gruesos. La prueba está en que la muerte de Judas está representada de forma contradictoria en los Evangelios: Mateo dice que fue por ahorcamiento y San Lucas escribe que se arrojó a un acantilado. Estudiando el Antiguo Testamento, el relato de San Mateo está casi copiado de la historia del consejero real Ajitófel, que traicionó al Rey David y luego se ahorcó. Por su parte, San Lucas, que es posiblemente un griego convertido al Judaísmo, narra en Judas la muerte de Antíoco IV de Epífanes, el gran perseguidor de los hebreos que quiso eliminar la religión judía en el siglo II antes de Cristo. De todas formas, tampoco hay suficientes argumentos para negar su historicidad.

–El suicidio de Judas Iscariote es hoy en día interpretado como un acto de cobardía, pero ha recordado usted alguna vez en sus trabajos que en la Antigüedad el suicidio era considerado como una forma de purificación. ¿Debe considerarse un personaje redimido dentro del relato bíblico?

–Es lo que se llama la muerte noble en la cultura clásica, pero ahí se nota que los autores de los Evangelios son judíos. Ellos no aceptan esa doctrina helenística: se suicida y se condena, mientras que para los griegos era aceptar su error y pagarlo con la vida para liberarse. En la Antigüedad, hay 127 casos de suicidios mencionados en la literatura grecorromana, y prácticamente todos son muertes nobles.

–Un personaje del Nuevo Testamento que llama poderosamente la atención por su aire enigmático, pese a su breve aparición, es el de Barrabás, al que el pueblo prefiere antes que a Jesús cuando los romanos preguntan a qué preso quieren libre. ¿Quién era este personaje que contaba con la simpatía del pueblo y que Pilatos accedió a liberar?

–Su nombre significa «el hijo del padre» en arameo, puede ser desde un personaje de algún grupo precursor de los zelotes de 30 años más tarde o de los sicarios que iban liquidando romanos en secreto. Se ha especulado incluso que fuera uno de los discípulos de Jesús. Es muy difícil de probar su existencia histórica.

–Menciona usted a los zelotes y a los sicarios. Ellos sí se inclinaron por una solución armada contra Roma décadas después de la muerte de Jesús.

Los zelotes fueron unos fanáticos como ahora es el Estado Islámico. Cuando alguien está seguro de su contacto con la divinidad y piensa que su opinión teológica es verdadera, el asesinato es una vía aceptada. Jesús no tenía nada que ver con los zelotes. Aunque es cierto que no hay ninguna frase en los Evangelios donde Jesús condene la violencia. Todo lo contrario. Es una persona que dice «el que no tiene espada, venda su capa y compre una». No se puede probar que fuera un pacifista estricto con una lectura sencilla, no sesgada, como tampoco se puede probar que fuera el primer feminista.

–¿No le cabe duda de que murió en la cruz y no años después en Cachemira como han sostenido algunas teorías pseudohistóricas?

–Totalmente, esas teorías son absurdas. Los romanos sabían matar muy bien y no iban a dejarle escapar. La cruz fue el primer problema teológico grave del grupo de seguidores de Jesús: fundamentar por qué el Mesías había muerto en la cruz. Nadie lanza una piedra contra su propio tejado. La respuesta de los apóstoles es que es un designio de Dios, que, dado que la situación de pecado de la humanidad era terrible y cómo no había más remedio, permitió la muerte de su hijo. En el mundo Antiguo, y ahí Pablo de Tarso demuestra tener una mentalidad muy griega, ningún problema se arregla si no es con sangre y sacrificio.

–Junto a Jesús murieron dos ladrones crucificados, que usted ha cuestionado que fueran delincuentes comunes.

–Los llamados ladrones que acompañaron a Jesús en la Cruz probablemente eran miembros de su grupo. San Lucas cambia la palabra bandoleros, la manera despectiva con la que los romanos llamaban a los secuaces de los movimientos antirromanos de la época, y la sustituye por malhechores, que tiene un significado vinculado a delincuentes comunes. Hay que pensar en la persecución inmediata que sufrió el grupo tras el apresamiento de Jesús. Los apóstoles en torno a la cruz es una visión simbólica de San Juan, un mito. Para San Marcos todos estaban a distancia salvo las mujeres. En una sociedad semítica, las mujeres no representaban una amenaza y no tenían nada que temer.

–¿Se puede considerar a Jesús como uno de los fundadores del Cristianismo desde un punto de vista histórico?

–Si un individuo proclama de una forma directa o indirecta por su vida y por el conjunto de información que de él se conserva que nunca quiere fundar una religión, como en el caso de Jesús, que buscaba entender profundamente y reformar el Judaísmo, o el de Pablo de Tarso, que quería vivir el Judaísmo según el Mesías, no se le puede considerar un fundador del Cristianismo, a no ser que digas que es un fundador inconsciente. El Cristianismo tarda en consolidarse como mínimo 400 años después de la muerte de Jesús y tiene muchos fundadores. De Pablo de Tarso se puede decir que fue el primero que reinterpreta a Jesús y pone los máximos fundamentos, pero los fundadores empiezan a su muerte a través de sus discípulos. Uno de ellos probablemente fue el evangelista Marcos, que es muy paulino.

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