Los ranküllche o ranqueles fueron uno de los tres grandes pueblos indígenas que dominaron el escenario del centro de las pampas argentinas durante el siglo XIX. Hacia el sur de sus tolderías estaban los mapuches huilliches de Calfucurá y Namuncurá en la zona de las Salinas Grandes y hacia el este y el sur en un amplio espacio entre la actuales provincias de Buenos Aires y La Pampa, los gününa küna mapuche de Vicente Catrunao Pincén, con asentamiento final en la laguna de Malal Co.
El mestizo Manuel Baigorria Gualá toma sus primeros nombres de su padrino, el coronel Manuel Baigorria, exilado durante décadas en las tolderías ranqueles y gran amigo del lonko Pichún. Pero la historia lo reconoce como Baigorrita, como lo supieron llamar.
Su cacicazgo fue lo suficientemente intenso como para dejar una huella profunda en el mundo indígena. Como muchos de los otros grandes caciques de aquel momento histórico alternó la defensa de sus territorios y de su comunidad enfrentando a las fuerzas militares y realizando malones cuando ello fue necesario, con la diplomacia y la negociación constante con el gobierno nacional o el “Sr Gobierno” como ellos solían llamarlo.
En un principio, este aborigen fue partícipe de las rencillas intestinas del hombre blanco; prueba de ello fue su actuación en la batalla de Caseros junto a las huestes de Catriel y Cachul.
Luego, en julio de 1860, se prepararon en Buenos Aires grandes fiestas con motivo de la llegada de Urquiza, vencedor de Mitre en Cepeda. Reuquecurá intentó un malón y Baigorrita, mediante regalos que le hizo al hermano de este cacique, Calfucurá, consiguió que lo detenga y que él mismo no comprometa al ilustre visitante y a su comitiva. Pero las relaciones entre blancos y naturales fueron cambiando y resintiéndose cada vez más. Para 1873, Baigorrita junto con Namuncurá pretendía mantener su hegemonía política y racial cuando comenzaron a avanzar decididamente las fronteras hacia el interior de la pampa.
Los principales caciques de la región -entre ellos los nombrados- cuando se enteraron de la posibilidad de un avance, gestaron silenciosamente la rebelión más grande que se conoció contra las autoridades nacionales, conocida como la Invasión Grande que sumó en total unos 3.500 guerreros.
Para el 24 de julio de 1878, Baigorrita firmó un tratado coercitivo con Olascoaga, que en su artículo 8º expresaba: “El cacique Epumer Rosas, el cacique Baigorrita, y los demás caciques nombrados en este tratado, darán toda protección y amparo a los sacerdotes misioneros que fueren a tierra adentro, con el objeto de propagar el cristianismo entre los indios o de sacar cautivos. El Gobierno castigará severamente a todo cacique, capitanejo o indio que no les tributase el debido respeto y hará responsable al cacique que consienta atropellos a las personas de dichos sacerdotes”.
Pero para fines de ese mismo año, y ante las avanzadas del ejército nacional, Baigorrita se encontraba prófugo al igual que Namuncurá.
El 16 de julio de 1879, entre los pasos de los ríos Colorado y Neuquén, los destacamentos de la cuarta división del general Uriburu destrozaron a la indiada de Baigorrita, quien finalmente sucumbió en su ley. Así terminó la odisea de uno de los más temibles caciques ranquelinos, hijo de un cacique y de una cristiana cautiva.