Decidió meter la pistola en el bolso en el último minuto, justo antes de salir de casa con una de sus hijas hacía el colegio. Era el Día de las Madres, iban a una fiesta escolar en la ciudad de Suzano (Sâo Paulo). La brasileña Katia Sastre, policía militar, aparcó el coche y estaba a las puertas de la escuela, en un corrillo de madres y colegialas, cuando apareció el ladrón empuñando un revólver del 38. Venía de intentar robar un coche, apuntó al grupo. Ella reaccionó al instante. Echó la mano al bolso, sacó su pistola, se acercó y le pegó tres tiros. Las imágenes grabadas por una cámara de seguridad se hicieron virales cuando Brasil se preparaba para las elecciones de 2018. La fama le abrió la puerta a una candidatura y la catapultó al Congreso a lomos de la ola bolsonarista. Ahora, la policía Sastre está en campaña para ser reelegida diputada federal en los comicios del día 2, cuando Luiz Inácio Lula da Silva y el presidente Jair Bolsonaro se disputarán la Presidencia.
Junto a un consejo de ministros plagado de generales salidos de los cuarteles, proliferan en el Brasil de Bolsonaro los parlamentarios de placa y pistola. Sastre, de 46 años, encarna esa creciente presencia de miembros de las fuerzas de seguridad y militares en la política brasileña. El fenómeno viene de antes, pero vive una auténtica explosión desde la llegada al poder del ultraderechista, capitán del Ejército en la reserva. Con la policial Katia, como se la conoce, fueron elegidos 115 uniformados (incluidos dos de los 27 gobernadores) en los comicios pasados.
La parlamentaria, del Partido Liberal —el de Bolsonaro—, atiende a este diario por teléfono desde el interior del Estado de São Paulo, que está recorriendo en campaña. “Mi bandera en estos cuatro años es la seguridad pública, he invertido (dinero público) en programas para sacar a los niños de la calle y que no se impliquen en las drogas, para fortalecer a las familias, para combatir la violencia doméstica, no solo contra las mujeres, sino también los niños… Para mejorar el armamento, porque ahora mismo el crimen organizado tiene mejores armas que las instituciones públicas”, explica. Está en sintonía absoluta con líder de la extrema derecha brasileña: “Soy totalmente de derechas, conservadora, apoyo al presidente Bolsonaro y, aquí en São Paulo, a Tarcisio [de Freitas, otro militar retirado que fue ministro de Infraestructuras]”.
Tras dos décadas en el cuerpo, no era la primera vez que esta madre de dos hijas disparaba a un sospechoso. “Ya tuve otras ocurrencias de este formato, pero nunca en un día libre y con mi hija presente”, revela. Iba de paisano, con su melena rubia suelta, gafas de sol y un bolso enorme donde guardaba el arma.
Sastre ha dicho que, cuando eres policía, en un instante así los pensamientos van a la velocidad de la luz: “No puedo fallar el tiro, porque le va a dar a un niño; no puedo tirar desde lejos porque puedo darle a alguien que pasa; hay que elegir bien el momento de sacar el arma porque él tiene el dedo en el gatillo y puede matarte”. La víctima, de 21 años, se unió a los miles de brasileños, sobre todo jóvenes negros, que mueren cada año en enfrentamientos con la policía.
El debate sobre la inseguridad estaba en efervescencia cuando el vídeo la hizo famosa en mayo de 2018. Poco tardó en ser invitada a presentarse en las elecciones que se celebraron cinco meses después” “Me resistí bastante, hasta que comprendí que podía ayudar mejor a la gente desde el Congreso”.
Bolsonaro, que salió de las Fuerzas Armadas por la puerta de atrás tras amenazar con poner una bomba en protesta por los bajos salarios, construyó su larga carrera política sobre la defensa de los intereses corporativos de la soldadesca. Pasaron muchos años hasta que amplió el foco a las fuerzas de seguridad. Fue un movimiento inteligente porque los agentes, los militares y sus familias son un inmenso caladero de votos. Entre los que están en activo y los retirados, suman unos cinco millones de profesionales y potenciales votantes, según cálculos del Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP) publicados por la revista Piauí. Con sus familias, la cifra rondaría los 18 millones de personas en un país de 210 millones de habitantes.
El director-presidente del FBSP, Renato de Lima, afirma que “Bolsonaro acaba usando a los policías para construir su proyecto de poder”. El desembarco de miembros de las fuerzas de seguridad en política obedece a la conjunción de una cuestión estructural y una coyuntura, dice. Explica que, por un lado, las condiciones de trabajo son inhumanas, la carrera es desestimulante, hay muchos suicidios… las asociaciones policiales ganan fuerza con los años y sus líderes empiezan a vislumbrar que puede ser una carrera política. Y eso coincide con el refuerzo de la política conservadora y con Bolsonaro y ese discurso suyo de “yo voy a resolver la seguridad”, “los policías son unos héroes”. Está la ventaja añadida de que, a diferencia de los jueces, por ejemplo, no tienen que renunciar a la carrera. Si dejan la política pueden retomar el uniforme, la placa y la pistola.
Esa amalgama de intereses se tradujo en un aumento considerable de los uniformados electos. Si en 2010 fueron 27, en 2018 se multiplicaron hasta los 115. Junto a la policía Sastre, que busca reconquistar su escaño, más de 1.800 agentes y militares se presentan a los comicios del 2 de octubre en los que, además de elegir presidente, los brasileños van a renovar el Congreso, los gobernadores y las Cámaras estatales. Es un 25% más de candidaturas que hace cuatro años. Pronostica De Lima, del Foro de Seguridad, que semejante avalancha hace que muchas compitan entre sí, lo que facilitará la dispersión del voto y es probable que la cifra de electos en la llamada bancada de la seguridad disminuya.
Prácticamente todos los candidatos están alineados con la derecha, solo un 3% se declara de izquierdas. El Partido de los Trabajadores (PT) también ha puesto el foco en los policías, por ejemplo, con la candidatura de la mayor Denice Santiago para alcaldesa de Salvador de Bahía. Es una agente que impulsó las rondas para combatir la violencia machista. “El PT aprovecha el fenómeno, coloca candidatos, pero no tiene un discurso alternativo de seguridad pública”, lamenta el especialista. Un dato: el Estado de Bahía, donde el PT gobierna hace años, es el segundo en letalidad policial por detrás de Río de Janeiro.