El 28 de mayo de 1880, el Presidente Nicolás Avellaneda lo recibe con estas palabras:
“La América mostrará, entre sus monumentos, el sepulcro del primero de sus soldados. La República Argentina guardará los despojos del más glorioso de sus hijos. Seis naciones viven independientes dentro de las líneas trazadas por la espada del Gran Capitán”. “Vuestro último voto se encuentra cumplido. Descansáis en vuestra tierra. Levantaos para cubrirla. […] Señor: proteged la independencia de nuestra Patria y la santa integridad de su territorio contra todo enemigo extraño. ¡Que vuestro brazo invisible trace murallas de fierro en las fronteras, para que la bandera que hicisteis flamear en las cumbres más excelsas de la Tierra, no sea jamás uncida al carro de un vencedor!”
Por Miguel Ángel Martínez