
La colonia reclamaba el ferrocarril para romper su aislamiento regional. La instalación del tren suponía un logro colectivo. Pero en verdad, no sólo se quebró el aislamiento, sino también el circuito cerealero de la zona.
Sometida a un pesado aislamiento, por falta de rutas y por el escaso desarrollo de la industria automotriz en las primeras décadas del siglo XX, la región había llegado a autoabastecerse de numerosos productos indispensables. Un primer relevamiento de pequeñas industrias en la región nos permitió informarnos de la existencia de pequeñas fábricas de cerveza y escobas, de muchas áreas dedicadas a la producción de trigo, y la instalación de pequeños pero rendidores molinos harineros con la aplicación directa en la producción de pan y otros derivados.
Un ejemplo de ello fue el Molino Weber, de Esquel, que contaba con una fábrica de fideos anexa. Otros molinos harineros se desenvolvieron en El Bolsón (no conectado por el ferrocarril), Cholila y Epuyén.
Pero el más importante había sido, sin duda, el de Trevelin, levantado por el pionero John Daniel Evans, ex baqueano de las campañas del Coronel Fontana y productor de la zona, a cuya figura está ligada la historia del pueblo de Trevelin, nombre galés que significa “pueblo del molino”. La producción de trigo y el trabajo del molino, sus moliendas rendidoras y el circuito económico que generó justificaron su nombre. También hubo comercio con Chile, a través de la línea que comunicaba Trevelin con la localidad de Futaleufú y el lago Yelcho, en el país vecino.
Una publicidad del “Libre del Sur” en 1925, anunciaba:
Molino Andes
Juan D. Evans & Cia.
Especialidad en harina de primera inmejorable para panaderías. Venta en buenas condiciones.
Colonia 16 de Octubre
Un viejo vecino recuerda: “Cuando empezó a trabajar el Molino Andes me acuerdo que yo trabajé en las chacras. (…) Estaba el Molino y después chacras afuera nomás. Así que sembraban todas esas chacras, todo era trigales, usted veía trigales que llegaban hasta la punta de los alambrados.”
Otra vecina relata: “Cuando vino Molinos Río de la Plata y compró todos los molinos, tuvieron que cerrar… Antes el trigo se sembraba y era para consumo propio y para vender o cambiar por otros productos. Cuando Río de la Plata compró todo se dejó de sembrar.” Y agrega: “Aparte, era una época que se comerciaba con Chile desde donde se traía madera y se llevaba harina.” Otros informantes, agregan: “Se cosechaba mucho; el molino de Trevelin llegó a tener 40.000 bolsas de trigo ¡récord!” y “Los compraron para no trabajarlos”, y “La harina era muy buena, pero ellos trajeron harina más barata y no podían competir. ”
Fragmento del libro “Esquel… del telégrafo al pavimento”, de Jorge Oriola