
Rivadavia promueve una política de poblamiento de la frontera, que busca establecer pueblos alrededor de los fuertes.
Pero la frontera que tiene en mente no existe en la realidad.
Los malones recrudecen en 1826, especialmente en Salto, Arrecifes y Dolores, y los enfrentamientos no tardan en producirse alentados por la violencia de ambos lados. Buenos Aires cuenta ahora con el coronel Rauch, nuevo adalid de la política del exterminio.
El 31 de agosto de 1826 en un paraje denominado Puesto del Rey, entre Arrecifes y Salto, se produce un violento combate entre 800 indios y 350 soldados de Rauch.
Al día siguiente en la laguna La Brava, en las cercanías de Salto, Rauch sorprende a otras bandas infligiéndoles grandes bajas. Después de la lucha quedaron cerca de 200 muertos entre indígenas, españoles y chilenos desertores. El 11 de septiembre, en Toldos Viejos, unos 50 kilómetros al sur de Dolores, los indígenas se toman revancha, masacrando dos escuadrones del regimiento de Coraceros al mando del teniente coronel Morel, que salva su vida por milagro.
Este fue el pretexto que Rivadavia necesitaba para justificar sus planes ofensivos. Convoca inmediatamente a Rauch, que parte en una primera campaña hacia las tolderías de Sierra de la Ventana en octubre de 1826.
Allí sorprende a grupos araucanos, ranqueles y tehuelches. Los caciques Can-Huihuir y Colúmacun consiguen escapar, pero las pérdidas 200 guerreros muertos (entre ellos el cacique ranquel Mulato); recuperación de 12.000 cabezas de ganado, 4000 caballos y 60 cautivas; robo de 150 mujeres indígenas.
Pero el grueso de los tehuelches resiste.
Y contra ellos emprende Rauch su segunda campaña, en la que reúne más de 2000 hombres entre los cuales se incluyen indígenas de los caciques Negro y Catriel.
Entre diciembre de 1826 y enero de 1827 Rauch lleva a cabo intensas operaciones y llega hasta la laguna Epecuén en el límite con La Pampa, en donde dispersa a las bandas ranqueles de Pablo, rescatando cautivas y hacienda.
Pero la acción principal se materializó en el amanecer del 7 de enero cuando sorprendió nuevamente a los grupos indígenas acampados, exterminándolos. Otros 200 muertos sembraron el terreno. Otras 100 mujeres indígenas fueron tomadas prisioneras.
Y el prestigio del coronel Rauch creció vertiginosamente.
En julio de 1827 Rivadavia renunció y en su lugar asumió Vicente López.
Pocos días después se reelige como comandante general de las milicias de caballería de la provincia de Buenos Aires a don Juan Manuel de Rosas, que se afirma como una figura descollante en la frontera.
Pero la cuestión más importante de este período es la del coronel Manuel Dorrego, que asume el gobierno de la provincia en agosto de 1827, designando a Rosas para mantener tratativas con los indígenas, saliendo así al cruce de los sectores más violentos de Buenos Aires que anhelaban desatar una guerra sin concesiones encabezada por Rauch. Rosas quiere transformar el desierto a través de la colonización de las tierras ganadas que estarían bajo la protección de los fuertes. Por otra parte, el objetivo de Dorrego es efectivizar la consolidación de la línea fronteriza intentada durante las gestiones de Rodríguez, Las Heras y Rivadavia.
Pero la política de Dorrego es básicamente integracionista y para ello utiliza la voluntad de los caciques aliados, a través de los cuales anhela atraer a las bandas rebeldes. En un documento del 25 de octubre de 1827 el gobierno designa al “… Teniente Coronel Cacique Dn. Benancio Coyhuepán para que a su nombre trate con todos los caciques del territorio situado al otro lado de la frontera y les haga entender que el gobierno actual de la Provincia se halla animado de sentimientos amigables hacia ellos, y decidido a cultivar las relaciones de armonía que deben existir entre los indios y los habitantes de la Provincia invitándolos a que vengan a conocer y tratar al nuevo gobierno”.
Coyhuepán era un cacique araucano que había ingresado al territorio argentino en 1827 instalándose en las cercanías del Tandil. Junto con el cacique tehuelche Cachul, asentado en las márgenes del arroyo Tapalqué, constituyeron una dupla de invalorables aliados con la cual Rosas llevó adelante la fundación de fuertes en 1827 y 1828, afianzando la frontera.
En los primeros días de 1827, Rosas funda el fuerte “Federación”, antecedente de lo que hoy es la ciudad de Junín, y que por ese entonces contribuyó a reforzar las defensas de Luján, Salto y Rojas. En 1828 funda el fuerte “25 de Mayo”, base de la actual ciudad homónima a unos 20 kilómetros al sudoeste de la laguna Cruz de Guerra, y el fuerte “Laguna Blanca” a medio camino entre el “25 de Mayo” y la “Fortaleza Independencia”.
Con la fundación de la “Fortaleza Protectora Argentina” en abril de 1827 culmina, por parte de la gestión Dorrego, el proceso de penetración en el “País del Diablo” (el Huecu Mapu de los araucanos), esa zona misteriosa más allá del río Salado.
Se encomienda la tarea al coronel Ramón Estomba (que a la sazón permanecía en el Fuerte Independencia como jefe del regimiento 7º de caballería de línea) bajo la supervisión de Rosas. El jefe técnico de la expedición para analizar el sitio de construcción fue el ingeniero Narciso Parchappe, quien llegó a la bahía el 23 de marzo. Estomba llegó el 9 de abril y juntos decidieron el emplazamiento del fuerte, que fue el núcleo de la actual ciudad de Bahía Blanca.
Fragmento del libro “Nuestros paisanos los indios”, de Carlos Martínez Sarasola