Hacia fines del año 1819 Luis Vernet se relacionó con el coronel retirado Jorge Pacheco, quien venía reclamando una importante suma que le debía el Estado por servicios prestados y su prisión de los realistas de Montevideo entre 1811 y 1815, que demoraba en efectivizarse. Era su propósito instalar un saladero. Como carecía de recursos recurre, hacia fines de 1819, a Luis Vernet, en procura de un empréstito constituyendo con él una sociedad de carácter estrictamente comercial, por la que Vernet se comprometía a “mantener temporariamente a su familia e iniciar las tareas del saladero”; pero la empresa fracasó. No obstante la sociedad entre Pacheco y Vernet se mantuvo y éste continuó facilitándole recursos para mantener su familia hasta que pudiera recuperarse; mientras la deuda (de Pacheco) seguía creciendo, por lo que el 11 de abril de 1820 “decidieron normalizar esa molesta situación firmando un convenio. Vernet se comprometía a satisfacer las necesidades de Pacheco por todo el tiempo que estuviera en indigencia hasta tanto consiguiese algo del Gobierno, que le es deudor de más de cien mil pesos”.
Cuando en 1820 el general Martín Rodríguez asumió el gobierno de la provincia de Buenos Aires y le ofreció, “como indemnización de lo que le debía el Estado, el usufructo de los ganados alzados existentes en las islas Malvinas”, que estaban deshabitadas desde 1811 y a merced del primer aventurero.
El ofrecimiento era interesante, pero la puesta en marcha de la empresa llevaría su tiempo e insumiría ingentes recursos de los que carecía Pacheco. Firmó entonces un convenio provisorio con Vernet y otros socios sobre usufructo en las Malvinas. El primer intento fracasó, pero no era Vernet de aquellos que aflojan al primer tirón y por sugerencia de Vernet, Pacheco renueva su reclamo.
Firman entonces un nuevo contrato el 5 de agosto de 1823 por el que Pacheco solicita al gobernador Martín Rodríguez que se le conceda “el usufructo de una de las islas, en la que se halla el puerto de la Soledad”. El artículo primero es particularmente revelador de la habilidosa astucia del mercader que, evidentemente, intervino en la redacción. Reza así; “Siendo don Jorge Pacheco, por los muchos servicios que ha hecho al país, acreedor a ser premiado, le corresponde a él solicitar el usufructo de dicha isla, pues tiene más probabilidad que Vernet de conseguirlo, porque éste no ha tenido ocasión de contraer mérito alguno para con el gobierno. Por tanto, se obliga Pacheco a solicitar lo dicho en su nombre, siendo, como lo declara por el presente documento, su intención de hacer partícipe a Vernet de la mitad de lo que produzca dicha isla, en caso de conseguir el usufructo de ello”. Pacheco, para justificar la participación que se dio a Vernet, adujo que “en su estrechez, antes que provocar en su auxilio la autoridad de su país, los sucesos le condujeron al duro conflicto de tener que fijar sus miras en una especulación, en que si la fortuna no le es tan adversa como hasta aquí, podrá, con el favor de sus amigos y su industria, legar a sus hijos una suerte aunque mediana indispensable”.
La respuesta que recibió el 28 de agosto de 1823 del Gobierno era que no estaba en sus facultades “el conceder privilegio exclusivo, o derecho alguno de propiedad a los terrenos que se expresan, pero… le concede el permiso que solicita para transportarse a la isla de la Soledad y usufructuar en los términos que propone…”.
Diego Luis Molinari ubica esta negociación entre las empresas capitalistas promovidas por Rivadavia. Esta suposición no tiene nada de antojadiza; encuadra perfectamente en el plan de reformas de Rivadavia: Compañías de explotación minera, Asociación agrícola inglesa… se completaría con la explotación de la riqueza ictícola y control de las “se rutas marítimas. Al respecto sostiene que Jorge Pacheco “presentó como testaferro… a fin de obtener una concesión para una compañía británica en las Malvinas. El alma de la empresa era Vernet, hamburgués de nación, y por más señas, apátrida, según lo prueban los documentos ingleses. […] Vernet resultó el último y más aventajado beneficiario de la concesión, y bajo el gobierno provisorio del mismo general Rodríguez, se le otorgaron títulos oficiales, extensivos a las Malvinas e isla de los Estados, además de una vasta jurisdicción en las aguas del sur”.
En 1824 integró la sociedad formada por Enrique Líbanus Jones para explotar el ganado vacuno arisco de la península Valdés, donde tuvo su primer contacto con los indígenas de la Patagonia meridional, visto más arriba. Cuando en 1825 E. L. Jones conoce los proyectos de Vernet, se retira de la sociedad para integrar la Asociación Agrícola del Rio de la Plata, organizada por Rivadavia, que se proponía crear colonias con inmigrantes ingleses en San Pedro y Entre Ríos, que no tuvieron éxito. Vernet continúa la exploración de las costas patagónicas y la isla de los Estados durante los años 1826 y 1827. Adquiere así un completo conocimiento del valor estratégico y comercial de toda la zona austral; entabla relaciones con otros empresarios y altos funcionarios del Reino Unido.
Fragmento del libro “Indígenas de la Patagonia”, de Clemente Dumrauf