Hay regiones que, ya sea por su geografía, microclima, alimentación, biotipo físico, cultura deportiva o tradición laboral, son especialistas en producir campeones. A veces esa formación resulta natural: el valle del Rift, en el este de África, es la tierra natal de los mejores maratonistas del mundo. Otras veces parece tratarse de un desafío estadístico: la provincia más pequeña de España, Guipúzcoa, aportará cuatro de los entrenadores que dirigirán en la próxima temporada de la Premier League de Inglaterra. Y en Argentina, el Mundial de Qatar 2022 reactivó el fenómeno futbolístico de Rosario, la llamada cuna de la bandera nacional –allí fue izada por primera vez, en 1812– que también debería ser considerada la meca de los futbolistas y los entrenadores, un Shangri-La de la pelota.
Hace seis meses, la Albiceleste ganó la Copa del Mundo con tres goles rosarinos en la final ante Francia: dos de Lionel Messi y uno de Ángel Di María, uno formado en Newell’s y el otro en Rosario Central, los dos clubes de la región que mejor desafiaron históricamente al tradicional dominio porteño. “De Di María a Messi, desde la Bajada hasta Perdriel, ¡siempre Rosario, la ciudad del fútbol!”, festejó el relator italiano Daniele Adani, de la RAI, un gol a México en Qatar 2022, en alusión a los barrios y calles rosarinas en las que se criaron el capitán argentino y su lugarteniente.
Casi 300 kilómetros al norte de Buenos Aires, Rosario –el tercer mayor conglomerado urbano del país, con 1,3 millón de habitantes– también es la ciudad con más jugadores campeones del mundo entre los 69 futbolistas que integraron los planteles de 1978, 1986 y 2022. La tradición comenzó casi junto a la historia, desde que Julio Libonatti –rosarino de Newell’s- se convirtió en el primer futbolista argentino en ser vendido a Europa, en 1925, pero también se amplía a los entrenadores: César Luis Menotti, el técnico campeón del mundo en 1978, y Marcelo Bielsa, hoy al frente de Uruguay, son orgullosamente de Rosario.
La lista asombra. Entre la ciudad y el extrarradio, llamado Gran Rosario, en los últimos años se sumaron Javier Mascherano, Ángel Correa –también campeón del mundo en Qatar 2022-, Giovani Lo Celso, Maximiliano Rodríguez y Santiago Solari, todos futbolistas con recorrido en la Albiceleste y el fútbol europeo. Desde 2015 hasta la actualidad, la selección argentina fue dirigida exclusivamente por entrenadores de la zona: Gerardo Martino, Edgardo Bauza –de Granadero Baigorria, a 10 kilómetros-, Jorge Sampaoli –de Casilda, a 50 kilómetros– y, por supuesto, el técnico campeón del mundo, Lionel Scaloni –de Pujato, a 25 kilómetros–.
Muchos de ellos se reunieron este sábado por la noche en el estadio de Newell’s: el partido despedida a Maxi Rodríguez, formado en el equipo “leproso”, reunió a Messi, Scaloni, Martino y Di María, con quienes integró la selección. Más de 45.000 personas también cantaron para que Messi termine su carrera en la porción roja y negra de la ciudad.
Mientras tanto, este jueves se estrenará en Buenos Aires un documental que intenta develar una de las pócimas secretas del fútbol argentino: por qué de Rosario emanan tantos jugadores. Titulado Pelotero del mundo, de Damián Finvarb y Ariel Borenstein, la obra pone la cámara en el proceso formativo de los jóvenes en los clubes de barrio. El destino de alguno de ellos, inevitablemente, estará en Europa. “Rosario también es el puerto por el que Argentina exporta soja y otras materias primas. Queríamos mostrar cómo la dirigencia de fútbol no es tan distinta a la del país”, dice Borenstein.
Elevado a categoría de culto por Jorge Griffa en los ochenta y Jorge Solari en los noventa, ambos formadores de cientos de chicos también llegados desde otros lugares del país para terminar de formarse en Rosario –como Gabriel Batistuta, Mauricio Pochettino, Edgardo Bauza y Martín Demichelis-, el fenómeno del fútbol juvenil en la ciudad impacta: se juegan, en simultáneo, ocho ligas diferentes.
La única afiliada a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) es la Asociación Rosarina que, sólo en sus divisiones inferiores –contabilizando los torneos masculinos, femeninos y de futsal-, suma 92 clubes afiliados, 985 equipos de diferentes categorías y 37.000 jugadores y jugadoras. Pero además, por fuera del organigrama oficial, hay decenas de otras pequeñas instituciones, por ejemplo Grandoli -en la que Messi comenzó a jugar en su barrio antes de pasar a Newell’s-, que están afiliadas a las restantes seis ligas de fútbol infantil de Rosario, algunas más competitivas y otras de carácter más amistoso.
Autor del libro Rosario, cuna de cracks, ¿por qué el talento del fútbol argentino se concentra en esa ciudad?, el periodista Nicolás Galliari ensaya tres razones para el fenómeno: “La primera es la competencia a la que se acostumbran los chicos desde los cuatro años entre los cientos de clubes de la ciudad. Después, que desde la década del sesenta en adelante, siempre hubo grandes formadores, como Griffa, Bielsa, Solari, Miguel Ignomiriello, Carlos Timoteo Griguol y Ángel Tulio Zoff. Y tercero, que en esta zona del país hay chicos muy bien formados físicamente, bien alimentados. Los clubes luego lo perfeccionan, pero tienen una base. Y a todo eso se le suma la pasión con la que se vive el fútbol en la ciudad”.
A partir de la década del ochenta, en Rosario cambió la forma de detectar talentos. Los técnicos del club Renato Cesarini, que únicamente se dedica a la formación de chicos –en su predio tiene 56 canchas y llegó a sumar 700 jóvenes desde los cuatro años-, comenzaron a viajar por la región para buscar promisorios talentos locales. Lo habitual era lo inverso, que los clubes esperaran que los chicos acudieran a sus pruebas. El método fue perfeccionado por Bielsa en las divisiones inferiores de Newell’s a comienzos de los noventa, cuando recorrió miles de kilómetros en su auto en búsqueda de futuros ídolos, y hoy lo hacen River Plate, Boca Juniors y el resto de los clubes argentinos.
Dentro de esa cultura, de Rosario también son el mejor cuentista de fútbol, Roberto Fontanarrosa, y su mayor mito, Tomás Felipe El Trinche Carlovich, quien realizó casi toda su carrera en Central Córdoba, el tercer club de la ciudad –casi siempre en el Ascenso-, e igual llegó a ser considerado el mejor futbolista desconocido del mundo. “El fútbol en Rosario es un hecho cultural inimaginable. Hay una pasión de la que es muy difícil retirarse. En Buenos Aires, el fútbol no es tan cerrado y cercano como en Rosario, y eso hace que te exija una comunicación diferente, es muy formativo, hace que sea un debate diario. Además, jugamos mejor que todos porque no vinieron los ingleses, vinieron los escoceses y se pasaban más la pelota”, sintetizó Menotti en 2017 en Tiempo Argentino.
Llamada hace 100 años en las crónicas policiales como “la Chicago argentina” y reconvertida en este siglo como la mayor sede del narcotráfico del país -lo que explica que la tasa de homicidios sea cuatro veces mayor a la del resto de Argentina-, una frase de “Pelotero del mundo” sintetiza uno de los mayores orgullos de la ciudad de Messi: “En este suelo hay fútbol”. El lunes pasado, en el triunfo 2 a 0 de la Albiceleste ante Indonesia en un amistoso en Yakarta, en la selección argentina debutó un joven de 18 años formado en Rosario Central y hoy en el Brighton, de la Premier. Se llama Facundo Buonanotte y nació en Pérez, en el área metropolitana de Rosario, la ciudad que debería llamarse Fútbol.