El principal cacique de la Patagonia Norte era Valentín Sayhueque. Tenía su residencia en el sur de Neuquén, más precisamente en la confluencia del Caleufú con el Colloncura, zona que era conocida como el “País de las Manzanas”, por la abundancia de frutales en esta región. La influencia y autoridad de Sayhueque abarcaba toda la Patagonia norte, desde los ríos Neuquén y Negro hasta el Chubut.
Siguiendo los consejos de su padre -Chocorí- mantuvo siempre buenas relaciones con las autoridades nacionales. “Deseando establecer una paz sólida y duradera con el Gobierno de la República Argentina y, deseando éste prestar a dicho cacique todo el apoyo y protección que le sea posible, de manera que todo redunde a favor de la seguridad y del bien del país en general”, formalizó sus relaciones mediante un tratado que firmó en representación del Gobierno Nacional el comandante de Patagones, Julián Murga, el 20 de mayo de 1863. En él, el cacique reconocía y se sometía a las autoridades nacionales, y se establecía que si éstas determinasen “explorar el Río Negro y ocupar algún punto militar en todo el curso de él”, prestaría “todos los auxilios que le sean posibles” recibiendo la correspondiente retribución por esos servicios (art. 2°); estaría “siempre pronto con su indiada para proteger y apoyar la defensa de Patagones…” (art. 3°). “El cacique Sayhueque gozará 420 pesos mensuales” (art. 8°), además de “cien yeguas, un tercio de yerba…”. “, un vestuario para el cacique y seis capitanejos (art. 9).
En abril de 1870 Sayhueque recibió la visita de Casimiro, Orkeke y otros caciques menores, a quienes acompañaba Jorge C. Musters, en un viaje hacia Carmen de Patagones. Como era costumbres entre los indígenas, Casimiro estableció su campamento a cierta distancia de los toldos de Sayhueque, “la bandera de Casimiro, esto es, la bandera de la Confederación” identificaba el vivac de los tehuelches.
En el parlamento celebrado en esa ocasión entre Sayhueque y otros caciques, Sayhueque estuvo de acuerdo en que “no le convenía intervenir (en los malones proyectados por Calfucurá) porque perdería inevitablemente las valiosas provisiones de caballos y de vacas que le daba el gobierno”; que le “era más provechoso recibir las raciones anuales que saquear y desbaratar las colonias del Río Negro”. Como conclusión, acordaron por unanimidad enviar un mensaje a Calfucurá haciéndole saber que Sayhueque defendería la orilla norte del río Negro y cuidaría de Patagones por ese lado, mientras que Casimiro y su gente garantizarían el lado sur. Por esta decidida actitud, Patagones no fue atacada por Calfucurá quien limitó sus depredaciones a la zona de Bahía Blanca. Esto revela que la autoridad ejercida por Casimiro y Sayhueque era efectiva y no sólo nominal, y que cumplían lo pactado con el Gobierno Nacional.
En 1872, el ministro de Guerra y Marina, Martín de Gainza, comisionó al sargento mayor Mariano Bejarano a realizar un viaje al País de las Manzanas con el doble fin de verificar la correcta distribución de las raciones y tomar conocimiento sobre el exacto número de indios y el estado de los campos. Bejarano salió de Patagones el 20 de julio de 1872 y al llegar a las tolderías de Sayhueque fue correctamente tratado, como correspondía a un enviado del Gobierno Nacional. El 29 de julio tuvo lugar la reunión oficial con Sayhueque, a quien acompañaban varios capitanejos, para tratar el motivo de su viaje.
Hacia fines del año 1875, llegó a los toldos de Sayhueque Francisco P. Moreno con la intención de pasar hasta Chile. Fue recibido según el ceremonial acostumbrado entre los indios; “la bandera argentina que había llevado flameaba en medio de las lanzas “pintadas de rojo y adornadas con plumas y gallardetes, dominando sus colores todo ese conjunto y animando al viajero con su vista. Es imponderable el efecto que, en el ánimo de éste, produce la vista del símbolo Patria”.
Sayhueque no le permitió pasar a Chile, temiendo que hubiera una confabulación contra él entre ambos gobiernos. Sólo después de la solemne promesa bajo palabra de honor de regresar por el mismo camino en el término de cinco días, lo autorizó a llegar hasta el Nahuel Huapi. Moreno cumplió estrictamente lo prometido, y a su regreso pudo observar desde lejos que en los toldos de Sayhueque permanecía firme la bandera argentina que él había obsequiado al cacique. Era su primera conquista cuya trascendencia no pasó inadvertida a su espíritu observador. Cinco días permaneció en Caleufú y luego regresó a Buenos Aires.
El 15 de mayo de 1879, cuando el general Julio A. Roca se encontraba en el río Colorado, en su expedición al río Negro, recibió una carta de Sayhueque en la que, “con ocasión del nombramiento de gobernador de la Patagonia [Álvaro Barros] y de una carta que ha recibido del Sr. Ministro, manifiesta su propósito sincero y firme de persistir en las ideas y sentimientos del más alto respeto al gobierno de la Nación, que recibió de su padre en presencia, juntamente con el mando de sus tribus”. Al llegar al Río Negro, Roca envía a los principales caciques del sur y centro de Neuquén un mensaje tranquilizador explicándoles “los beneficios que ha de reportar, a la prosperidad y futuro engrandecimiento de sus respectivas tribus, la influencia protectora de nuestras leyes y las relaciones inmediatas con las poblaciones que deben crearse al amparo del Ejército en las márgenes de estos ríos; les invita además a un gran parlamento sobre la ribera sur del Neuquén, en el que espera su sometimiento completo a las leyes y soberanía de la Nación”. En el dirigido a Sayhueque, a quien trata de “Gobernador de las Manzanas”, le asegura que el tratado que tenía acordado con el Gobierno será respetado. Pero como el coronel Napoleón Uriburu, jefe de la IV División, había pasado el río Neuquén y atacado a las tribus de Purrán, los caciques indígenas no acudieron a la invitación y adoptaron una actitud hostil, frustrándose de esta manera el arreglo pacífico.
Consecuencia de esta situación será la primera expedición de los Andes en 1881 durante la cual el “País de las Manzanas” fue ocupado militarmente. Sayhueque no quiso enfrentar al ejército y se retiró al sur del Nahuel Huapi perdiendo gran cantidad de sus animales. Esta acción fue severamente criticada por Francisco P. Moreno: “La bandera nacional sobre los toldos y guardada por las lanzas valientes era prueba de que los paisanos, eran tan dueños del suelo como nosotros lo éramos de los campos de donde veníamos; todos éramos argentinos y todos teníamos el mismo gobierno en Buenos Aires”.
Fragmento del libro Patagonia Azul y Blanca, de Clemente Dumrauf.