martes, 20 de mayo de 2025

“El Napoleón de las pampas”

El mismo año 1855 llegó a derrotar en el campo de batalla y de forma humillante al mismísimo coronel Bartolomé Mitre, figura consular en la historia del vecino país y por entonces ministro de Guerra de la provincia.

Cuenta la leyenda que Mitre fue despedido con un gran banquete en Buenos Aires antes de partir en búsqueda de Calfucura y sus huestes. En dicha cena promete “exterminar a los bárbaros” de las pampas y responder “por la última cola de vaca de la provincia que en adelante roben los salvajes”.

Partió Mitre al frente de más de 900 hombres de infantería, caballería y dos piezas de artillería. Pero el 31 de mayo, al llegar a las proximidades de Sierra Chica, se topó con Calfucura y Catriel al frente de 500 guerreros que le aniquilaron la infantería, tomaron la artillería y desbandaron la caballería. El coronel y los sobrevivientes tuvieron que regresar a pie.

“Curiosa la táctica de Mitre, que sale de Buenos Aires como caballería pero regresa como infantería”, consignarían burlescos los periódicos argentinos de la época. Se cuenta que fue tras esta desastrosa campaña militar que Mitre pronunció su famosa frase “el desierto es inconquistable”. Calfucura, por su parte, se ganó merecidamente en la prensa el apodo de “Napoleón de las pampas”.

Una década más tarde, siendo Mitre ya primer mandatario de Argentina, ambos establecerían un nutrido y diplomático intercambio de correspondencia. De jefe a jefe.

En septiembre de 1855, Calfucura derrotó y mató al comandante Nicolás Otamendi en la estancia de San Antonio de Iraola y después avanzó sobre el pueblo de Puntas de Arroyo Tapalqué. El batallón de Otamendi estaba compuesto por 128 hombres. Solo uno salvó con vida. Este sobreviviente, al que los mapuches dieron por muerto, contó lo sucedido en la capital argentina.

La noticia causó profundo impacto. Solemnes honores se rindieron por días en la catedral de Buenos Aires a todo el batallón caído en manos de los weichafe.

Luego de esta victoria las fuerzas de Calfucura atacaron los pueblos de Cabo Corrientes, Azul, Tandil, Cruz de Guerra, Junín, Melincué, Olavarría, Alvear, Bragado y Bahía Blanca, un avance imbatible que causó la admiración de varios extranjeros residentes.

Según testimonio del médico francés Henry Armaignac, quien llegó a Buenos Aires a fines de 1868 y permaneció cinco años viviendo en la frontera, la destreza con el caballo y la habilidad con las lanzas eran las principales fortalezas de los guerreros mapuche.

El fin de la guerra civil entre las provincias terminaría con el juego diplomático pendular de Calfucura. Y fortalecería militar y políticamente a sus oponentes. Se incrementaron entonces las presiones de los hacendados sobre la Frontera.

Estos exigían a las autoridades, sobre todo, nuevas tierras en “los dominios del indio” y mayor seguridad para sus haciendas y negocios. Aquella presión propició la fundación de pueblos en los partidos de Tuyú; Mar Chiquita, Balcarce, Lobería, Castelli, Tordillo, Tapalqué, Rauch, Monsalvo, Pilar, Arenales y Lincoln, todos en la provincia de Buenos Aires.

Fragmento del libro “Historia Secreta Mapuche”, de Pedro Cayuqueo

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