martes, 24 de junio de 2025
Mujer tejendera mapuche, hilando, Neuquén.

Los tehuelches se resisten a desaparecer pero son hoy un puñado. Los informes oficiales del Ministerio de Bienestar Social hacia 1983 consignaban como sitios de asentamiento principales a Cerro Índice (cinco familias en 1967); Departamento Río Chico (lote 6 y 28) y la reserva de Camasú-Aike de Santa Cruz, un enclave menos aislado con cinco familias de 37 individuos (el Censo de 1968 registraba para este lugar a 11 familias con 41 individuos).

Los informes señalan que el grupo originario descendiente de indios tehuelches “ha sufrido el constante mestizaje con chilenos y criollos. En los últimos años se ha producido una disminución demográfica por el alejamiento de algunos descendientes y la desaparición de los últimos ancianos”.

Siguen practicando la caza de algunos animales; los hombres son peones rurales y “las mujeres se encuentran económicamente inactivas”. Los menores en edad escolar concurren a la Escuela Las Vegas y la alimentación, inadecuada, produce en todos trastornos como la desnutrición, la tuberculosis y el alcoholismo.

Según los informes mencionados la desorganización sociocultural en que están envueltos los sobrevivientes tehuelches estaría producida, primero, por la llegada de individuos extraños al grupo originario, que introdujeron nuevas pautas culturales; segundo, por la “extinción de los ancianos, perdiéndose el lenguaje, creencias y tradiciones”; y tercero, por la búsqueda de nuevas fuentes de trabajo fuera de sus comunidades.

El hecho de que los mapuches desde el punto de vista étnico-cultural sean uno de los grupos más poderosos, no los hace estar en una situación mucho mejor. Es indudable que su número influye en una mejor organización interna y externa (con la sociedad nacional), pero el cuadro de carencias común a sus hermanos también se repite entre ellos.

Según Magrassi (1982), son cerca de 30.000 a 35.000 individuos en comunidades y 20.000 a 30.000 dispersos en estancias, pueblos y ciudades.

Como ya hemos visto su porcentaje es significativo en algunas provincias como Río Negro, Chubut (5%) y Neuquén (7 a 10%).

Aproximadamente un 50% del total conserva aún el idioma nativo.

Ocupantes de tierras fiscales, se dedican principalmente a la cría de ovejas y chivas, ocasionalmente vacas; cultivan trigo, avena y cebada según las posibilidades de las tierras; en algunas comunidades es importante la recolección de piñones o fruto del pehuén.

Las mujeres continúan la tradición ancestral del tejido, artesanía que se destaca en el cuadro general de las industrias aborígenes del país.

Gran cantidad de paisanos mapuches se emplean como mano de obra transitoria en la esquila y otras actividades ganaderas y agrícolas, la cosecha de frutales, etcétera.

Mortalidad infantil, tuberculosis y avitaminosis son enfermedades comunes en las comunidades que, “en su totalidad […] están reducidas a la mera subsistencia” (Passafari, 1986).

Situaciones como la de la comunidad de Los Toldos en el centro de la provincia de Buenos Aires, son excepcionales:

Los Toldos es tal vez la zona habitada por indígenas que presenta mayores índices de prosperidad debido a la riqueza de sus campos y a la integración casi total de la tribu Coliqueo con la población del lugar.

Fragmento del libro “Nuestros paisanos, los indios”, de Carlos Martínez Sarasola

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